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Maltrato de animales para entretenimiento y experimentación

Publicado, 21-04-2008

Karla está triste. Secuestrada en un país extraño, arrancada de la compañía de su especie, forzada a largos períodos de viaje de hasta 36 horas en espacios restringidos que nada tienen que ver con su hábitat natural, y golpeada por su entrenador. Esta chimpancé de unos 40 años de edad se siente “vencida en un circo”, como explicó Tim Philips, director de campañas internacionales de ADI-Animal Defenders International, de Inglaterra.

Maltrato de animales para entretenimiento y experimentación
Philips, y el grupo de investigadores de ADI, organización que también cuenta con sedes en Estados Unidos, registraron, encubiertos, las condiciones en que viven algunos de los animales en circos de Bolivia, Ecuador y Colombia. Entre sus hallazgos se cuenta a Karla, trabajadora involuntaria de un reconocido circo colombiano.

La organización ha emprendido investigaciones y denuncias en más de 70 países sobre el maltrato de animales para entretenimiento y experimentación. Como resultado de la investigación, que tomó dos años, se lanzó la campaña contra el sufrimiento de los animales en los circos, respaldada en Colombia por las organizaciones Mentes Verdes y Resistencia Natural (REN), grupo de trabajo de la Universidad Nacional de Colombia. Justamente, uno de los integrantes de REN, el biólogo de la Universidad Nacional Jorge Bueno, explicó que la explotación de los animales en los dos ámbitos señalados obedece a la ignorancia de la relación humano-no humano, y que tal relación debería entenderse no solo en el contexto jurídico, sino en el plano ético, para comprender que los animales son seres que sienten dolor y sufren por su causa.

Sin embargo, de acuerdo con Bueno, este principio formulado hace más de 50 años, y que en Colombia se sustenta en la Ley 84 del 27 de diciembre de 1989 que protege al animal contra el sufrimiento y el dolor causado por el ser humano, no se practica en los circos al obligar a los animales a realizar tareas que van contra su naturaleza, “basando su entrenamiento y aprendizaje en técnicas conductistas violentas”.

Estas técnicas fueron ilustradas por la investigación de Philips, y de acuerdo con su testimonio y los videos obtenidos, se pudieron constatar los golpes recibidos con una cadena no solo por Karla, cuando realizaba mal algún acto, sino por otros animales como llamas, y ponis, castigados con latigazos cuando no ejecutaban las acciones que el entrenador exigía.

Así mismo, según Philips, “los animales de los circos itinerantes, principalmente, sufren un aumento permanente del ritmo cardíaco y de los índices de cortisol, una hormona que con su aumento indica elevados niveles de estrés en el animal y cuyo exceso puede ocasionar constricción de los vasos sanguíneos y acumulación grasa en el tejido adiposo, lo que influye negativamente en su fuerza muscular”.

Las evidencias presentadas por Philips y otros investigadores han permitido la prohibición de circos con animales en Austria, Singapur y Costa Rica, además de posicionar el tema en escenarios de la Unión Europea, donde gracias a la acción de ADI, se ha empezado a discutir su eliminación total de la región. En Colombia, según el investigador, el maltrato al que son sometidos los animales es producto de la escasa posibilidad de movimiento que tienen, el estrés que sufren por el confinamiento, las golpizas a las que son sometidos para aprender una rutina, las deficiencias de agua y alimento, y la negación total de su condición de animales sociales, como sucede con los simios.

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En laboratorio
Pero no solo en los circos y otros espectáculos los animales son irrespetados en su dignidad de seres vivos. Philips también denunció el poco escrúpulo de los investigadores que utilizan animales para la experimentación, especialmente los primates.

Y es que si bien, gracias al estudio de nuestros compañeros de evolución ha sido posible la identificación del ciclo de enfermedades como la malaria (gracias a las palomas), y el estudio de la virosis (muy similar en aves y humanos), además del uso exitoso de ratones, conejos y curíes, empleados como reactivos biológicos, para el investigador inglés existen razones para preferir la experimentación en humanos, con técnicas no invasivas e inocuas, al sacrificio inútil y con grandes dosis de sufrimiento de animales indefensos.

Una de estas razones es que si bien con primates como el chimpancé compartimos el 98% de información genética, “no somos idénticos. Su bioquímica difiere de la nuestra por gracia de ese 2% que no tenemos en común, lo que incide directamente en el resultado de la prueba”, aseveró Philips.

Por lo tanto, el investigador reiteró que los resultados de las pruebas suelen ser imprecisos. “Por ejemplo, la gota, una enfermedad producida por el exceso de ácido úrico es propia de los seres humanos, aunque el simio tenga una cantidad similar de ácido, a él no le afecta. De igual forma los primates desarrollan herpes B, que puede ser letal para los humanos”.

Además, según Jan Creamer, directora ejecutiva de ADI, “las alternativas experimentales están disponibles y trabajan a nivel celular, donde se producen las enfermedades. Estas técnicas serán mejores para la industria, para la gente y para los animales”.

En consecuencia, al decir de Philips, investigadores como Paul Furlong, director del Clinical Neurophysiology Unit de la Universidad de Aston, en Birmingham, Inglaterra, han demostrado que, basado en pruebas a humanos voluntarios, realizadas con la denominada técnica no invasiva de scaneo (MEG), la más reciente utilizada por el profesor Furlong, es posible, “obtener un grupo de datos del lugar monitoreado, con imágenes muy nítidas, similar al registrado con monos a los que se les aplican electrodos para extraer información”.

De la misma forma y gracias a la técnica Espectrometría de Acelerador de Masas (AMS), es posible conocer los efectos de micro dosis de soluciones en el organismo de voluntarios humanos dada la gran sensibilidad de la AMS, que opera a niveles celulares para detectar alteraciones provocadas por un nuevo medicamento, sin causar ningún daño al organismo, explicó Philips.

Con la Resonancia Magnética de Imágenes (MRI), implementada en la Universidad inglesa de Aston, que contribuye a la cartografía detallada del cerebro humano, proporcionando la comprensión del funcionamiento y desarrollo de enfermedades como el Mal de Parkinson es posible “controlar la progresión de la enfermedad neurodegenerativas en pacientes, realizando imágenes cerebrales en puntos diferentes de la enfermedad, algo que no es posible en un cerebro animal disecado”, informó Creamer.

Solo resta la voluntad política de asumir la responsabilidad con los animales. Según Philips, se ha logrado demostrar que los mejores circos del mundo funcionan sin animales. Así mismo, existen las técnicas alternativas para hacer pruebas en humanos, con resultados más confiables, que no ponen en riesgo inútilmente la salud de nuestros compañeros de evolución.

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