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Alejandro Gaviria Uribe

Publicado, 15-04-2009

Economista, investigador, docente y ‘tecnócrata’, Alejandro Gaviria Uribe, el actual decano de economía de la Universidad de los Andes (abril 2009), aún escribe ‘papers’, pero también cree en el intercambio permanente con los visitantes de su blog. Se le considera uno de los 50 investigadores más influyentes del país de los primeros años del siglo XXI.

Alejandro Gaviria Uribe
Perfil elaborado en abril de 2009

Es necesario consultar agaviria.blogspot.com, quizá no para encontrar todo lo que uno quisiera saber sobre el ingeniero civil con doctorado en economía, Alejandro Gaviria Uribe, sino para confirmar que estos nuevos medios revolucionarán las dinámicas de interacción entre la comunidad científica global.

El actual decano de economía de la Universidad de los Andes considera que el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación es un imperativo actualmente para la discusión académica. Es la manera que se está imponiendo para comunicarse entre pares, pero también para tener diálogos enriquecedores con quien manifieste un poco de interés.



“Las barreras para hacer parte de esos debates se acabaron”, dice, aduciendo además que incluso los premios nobel, como por ejemplo Gary Becker (1992) tienen hoy en día sus blogs, que alimentan todos los días. Para estar actualizado, sólo es necesario hacer un click. “Greg Mankiw, Dani Rodrick o George Borjas, los economistas que yo leía en papers están hoy en los blogs, sus ideas ya decantadas, escritas de manera concisa y entendible están disponibles para los no especialistas. Ahí hay una revolución callada”.

Es una revolución porque además ha transformado el modo de comunicar la ciencia y los lugares donde se realiza esa labor. Gaviria alimenta su blog desde la oficina o desde su casa. “No siempre es fácil”. Claro, porque es probable que en su casa lo demanden para compartir momentos familiares y porque en la oficina a veces utiliza su hora de almuerzo para responder a su comunidad de más de cien cibernautas regados por el mundo. “Tengo una clientela qué alimentar, es una nueva obligación, como si tuviera pocas cosas que hacer”, dice con satisfacción por ser uno de los primeros economistas en tener su propio blog, continúa: “Hay un solo interés: debatir. Me atrevo a pronosticar que los académicos que no estén en los blogs van a dejar de existir”.

Para Gaviria eso significa que las publicaciones científicas deberán reinventar su manera de comunicar los adelantos de la ciencia. “La academia, como las publicaciones científicas, es una institución bastante conservadora, pero Internet está dándole un vuelco total a esa tradición. En economía los rezagos de publicación, desde el envío del manuscrito hasta su impresión final, eran de cuatro años. Internet ha hecho evidente ese problema”.

{* title=El inicio}
El inicio
Uno podría decir que en el sendero profesional recorrido por Gaviria, lo han acompañado dos circunstancias: ser buen estudiante y un poco de suerte. “La trayectoria de quienes nos dedicamos a la investigación está signada por eso: haber sido buen estudiante”, dice, lo que para él significa una permanente curiosidad natural y también cierto espíritu competitivo. “Los que nos dedicamos a la investigación usualmente disfrutamos sacando buenas notas, siendo los primeros”.

Al iniciar su vida laboral como ingeniero civil, sintió que su vida no terminaba de encajar, le faltaban piezas, y resolvió seguir estudiando. Dudó entre administración y economía, pero se decidió por esta última pues unía dos aspectos que después marcarían su trayectoria como economista y como investigador: “La combinación de los temas sociales y humanísticos con los técnicos, que se da naturalmente en la economía y no en otras disciplinas”.

Adelantó su maestría en la Universidad de los Andes, donde fue becado durante un semestre por obtener el mejor promedio, circunstancia que le sirvió para entrar al mundo ‘cerrado’ de los tecnócratas de este país, como él los llama. Trabajó en la Federación de Cafeteros y en el Departamento Nacional de Planeación, comenzó a publicar artículos científicos desde entonces, y quiso seguir estudiando, pues ya la economía lo había seducido del todo. Presentó la documentación para optar a una de las becas que ofrece el Banco de la República para realizar su doctorado y le otorgaron la de mayor distinción: la beca Lauchlin Currie. Partió entonces para la Universidad de California.

{* title=La movilidad social, su mayor interés}
La movilidad social, su mayor interés
Los economistas pueden dedicarse a infinidad de temas, pero su objetivo final debe ser, indiscutiblemente, el bienestar de la sociedad. Desde sus estudios de doctorado, y siguiendo con su tendencia de combinar los temas sociales con los técnicos, Gaviria empezó a buscar respuestas a múltiples preguntas que dan cuenta de su interés por la ‘movilidad social’: ¿Qué posibilidades tiene un colombiano del montón de alcanzar posiciones de privilegio? ¿Es la educación la clave para saltar de la pobreza a la riqueza en una generación? ¿O existen, por el contrario, barreras infranqueables a la movilidad que ni siquiera una buena educación puede remontar?

“Es el estudio de esa dimensión de la desigualdad, que no había sido estudiada en Colombia; es una intersección entre la economía y la sociología porque estos temas de movilidad social tienen que ver con preocupaciones antiguas de los sociólogos por conocer cuáles son los determinantes de desempeño socioeconómico, qué tanto importan las condiciones sociales, por ejemplo, la educación de los padres, tratar de cuantificar los lazos intergeneracionales, me parecen temas apasionantes, sobre los que he seguido de muchas formas investigando”.

En 2002, siendo subdirector de Fedesarrollo, Gaviria publica el libro, ‘Los que suben y los que bajan: educación y movilidad social en Colombia’, que compendia algunos de sus ensayos más contundentes en el tema. En el prólogo, el economista Miguel Urrutia Montoya explica que los resultados de las investigaciones de Gaviria se deben principalmente “a la manera imaginativa como combina diferentes fuentes de información, y a la manera responsable como analiza la calidad de éstas y al inteligente uso de herramientas estadísticas, con el fin de sacar conclusiones útiles para el diseño de políticas. El método del autor es digno de imitación”. La publicación concluye que la movilidad social en Colombia es muy baja, aunque ha aumentado sustancialmente en las últimas décadas, y que aquellas regiones y ciudades que tienen una mayor movilidad son Bogotá, la zona cafetera y las capitales de departamento.

{* title=Los 'sin tocayo'}
Los ‘sin tocayo’
Una de las investigaciones lideradas por Gaviria, ‘Las consecuencias económicas de un nombre atípico: El caso colombiano’, publicada en 2007, reflejó resultados que son muy elocuentes en el tema de movilidad social. Sin ser original, pues ya Estados Unidos se habían adelantado investigaciones similares, el estudio examina las consecuencias de tener un nombre raro sobre los ingresos laborales, y demuestra que colombianos que se llamen Adulsimenes, Cervulo, Praxedis o Rodier, o colombianas con nombres como Flaxila, Inilquis, Ofelmina o Wualdetrudis, tienen ingresos significativamente menores comparados con nombres más comunes, llegando incluso a una diferencia de 20 por ciento. El estudio también demuestra que estas personas ‘sin tocayo’ viven por lo general en zonas rurales, pertenecen a una minoría étnica o racial, son menos educados y sus padres tienen menos años de educación – no así sus madres. La conclusión de la investigación es que ‘los sin tocayo son, en últimas, un síntoma de nuestras desigualdades sociales y pueden ser asimismo una causa de los mismas’.

Conquista otros espacios


Este economista y tecnócrata, como él mismo se define, investigador y docente, hoy en día dicta cátedras de Teoría de los Juegos, que no es más que “el estudio de la interacción estratégica”, y se utiliza en negociaciones, problemas de cooperación, conflicto, coordinación, “en todos estos dilemas de la acción colectiva”. Con algunos colegas ha publicado artículos que buscan entender las preferencias y las conductas tanto de quienes tienen en sus manos la decisión de proveer ciertos servicios sociales (como una madre comunitaria o un rector de una escuela), como de quienes los reciben, generalmente los ciudadanos de escasos recursos. Ponen a la gente a prueba a través de juegos, en lugar de hacer encuestas o hacer entrevistas, lo que, a su juicio, tiene una gran confiabilidad.

De vez en cuando ‘juega’ a ser periodista científico: le interesa un tema, lo investiga, consulta en bibliotecas, por la Internet, y luego de uno o dos meses escribe un artículo que publica en El Malpensante. “Me gusta estudiar temas que no tienen que ver con mi profesión, hacer investigación por un rato, llegar está al fondo de un tema, obsesionarme por unos meses y después olvidar el asunto para siempre. Digamos que son aventuras intelectuales de corta duración”.

Tiene una estrecha relación con los medios de comunicación tradicionales: fue columnista de El Colombiano y ahora lo es de El Espectador. Aunque no está muy seguro del impacto de sus columnas, escribirlas es algo que lo entretiene y le apasiona.

Está en wikipedia. “Probablemente mis estudiantes son los responsables”, dice, pero es que también está dentro de los 50 científicos, investigadores o intelectuales colombianos más influyentes de estos primeros años del siglo XXI, de acuerdo con una encuesta realizada por el Instituto de Estudios e Investigaciones Sociopolíticas y Culturales Colombia Plural, Inestco a 500 estudiantes universitarios de último semestre.

Alejandro Gaviria es padre de dos hijos, Mariana, de 12 y Tomás, de año y medio. Mariana comparte con él algunos de sus intereses y aficiones. Pregunta tras pregunta, llena de curiosidad, espera las respuestas de su padre. “Yo contesto todo, con un exceso de pedagogía, tal vez contesto todo muy largo, un sesgo inevitable de los profesores”. Y Mariana lo escucha…

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