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Científicos en el área de Agronomía, Veterinaria y afines

Jaime Garzón Ferreira

Publicado, 28-07-2006

Los arrecifes de coral fueron sus consentidos durante más de dos décadas. Desde el INVEMAR, en Santa Marta, donde realizó todas sus investigaciones, pudo sumergirse en aguas caribeñas y pacíficas y conocer todos sus recovecos. Hoy, toma la decisión de dejarlos de lado para buscar nuevos horizontes fuera del país. Las decisiones importantes de la vida.

Jaime Garzón Ferreira
Perfil elaborado en julio de 2006

El capítulo más importante en la vida profesional del biólogo marino Jaime Garzón Ferreira terminó de escribirse por estos días. Luego de 25 años de trabajar en el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras ‘José Benito Vives De Andreis’, INVEMAR, en Santa Marta, viaja con su familia para instalarse en Estados Unidos por varias razones, pero la que más pesa tiene que ver con su hijo menor, Alejandro. Tiene una enfermedad congénita en el corazón y luego de cuatro operaciones, sus padres resolvieron que lo mejor para él era vivir al lado de los especialistas que lo han tratado desde que nació. “Mi familia ha estado acompañando mis sueños como investigador marino en Santa Marta durante muchos años, ya es hora de que yo haga un cambio en mi carrera por ellos”, dice.

Garzón es un hombre joven, y es consciente de que tiene aún toda la vida por delante. Este nuevo paso de su vida lo tiene también lleno de expectativa y de entusiasmo, porque además este cuarto de siglo le deja sólo satisfacciones. “Pude realizarme como investigador, que era lo que quería, y pude contribuir al desarrollo de las ciencias marinas en el país y a la evolución del INVEMAR”. Pero son momentos de decisiones en que los sentimientos se cruzan y la risa se confunde a veces con el ojo aguado. “En este momento estoy muy contento y a la vez muy triste de dejar el país, y dejar al INVEMAR. Digamos que hay mucha nostalgia, pero también mucha satisfacción”.

Y tiene porqué sentirse satisfecho, si es quizá uno de los científicos que más sabe sobre los arrecifes de coral de los mares colombianos, conocimiento que ha plasmado en más de cien artículos publicados en revistas especializadas, seis libros y la formación de decenas de jóvenes investigadores que pasaron por su laboratorio Tiene en su inventario además la descripción de tres especies nuevas para la ciencia (Priolepis robinsi, Lythrypnus minimus e Hypoplectrus providencianus), el registro de unas 430 especies, de las cuales el 40 por ciento eran desconocidas para los arrecifes del Caribe colombiano, y una de las colecciones de referencia de peces arrecifales más completas (más de 400 especies) y organizadas del Caribe en el Museo de Historia Natural Marino de Colombia del INVEMAR.

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De Cousteau a Santa Marta


Garzón es tolimense. Siendo aún niño tuvo la oportunidad de viajar a la costa en una ocasión. Fue cuando conoció el mar en vivo y en directo, porque por la televisión ya conocía muchos de sus secretos, gracias a los documentales de Jacques Cousteau. Había algo que le atraía profundamente, y acabó en la Universidad Jorge Tadeo Lozano estudiando biología marina, tres años de teoría en Bogotá, y luego dos años en Cartagena, donde hizo sus primeras inmersiones como buzo. “En vivo es mucho mejor que en la televisión. Cuando uno cruza el límite de la superficie y se sumerge, entra a otro mundo, es otra dimensión, es otro sonido, es otra sensación en el cuerpo. Es algo muy distinto. El mar es fabuloso”.

Pero más que el mar, a Garzón le interesaba hacer investigación. En el INVEMAR encontró el mejor sitio para desarrollarse como profesional, iniciando su carrera con el estudio de los peces que viven en los arrecifes de coral del Caribe colombiano, al lado de su colega Arturo Acero. Sus estudios incluyeron observaciones sobre distribución, habitats y otros aspectos ecológicos en las áreas coralinas más importantes del país, entre ellas Providencia, San Andrés, Bahía Portete, Parque Tayrona, Islas del Rosario, Islas de San Bernardo y el Urabá chocoano. Con la investigación sobre uno de los grupos más complejos de peces, la familia Gobiidae, calificada como meritoria, obtuvo su maestría en biología marina de la Universidad Nacional de Colombia.

Buscando a los peces se dio cuenta que ese ecosistema, el de los arrecifes coralinos, se deterioraba notablemente, lo que le hizo tomar la decisión de cambiar su línea de investigación. “Se moría uno de los sitios más maravillosos que hay sobre el planeta, de los ecosistemas más ricos en biodiversidad, más espectaculares en colores y en paisajes”, dice, con la misma preocupación hoy que la que debió sentir cuando decidió hacer el cambio.Qué le estaba pasando a los arrecifes de coral, cuáles eran las causas de su deterioro, y cómo se podía obtener la información que respondiera a esas preguntas, fue lo que lo mantuvo ocupado el resto de sus años en el INVEMAR.

Desafortunadamente cuando nos dimos cuenta, el evento fuerte de mortandad coralina ya había sucedido y por eso no pudimos tomar la información en ese momento”, explica. Buscando en los antecedentes se dio cuenta que el proceso no afectaba exclusivamente a los arrecifes colombianos sino que era un fenómeno que estaba sucediendo en todo el mundo.

Son muchos los factores que inciden en ese deterioro, entre ellos el calentamiento global, porque los corales, que son los principales fabricantes del arrecife, viven en el límite de tolerancia a la temperatura, por lo que cualquier grado de más los afecta. Cuando esto sucede, los corales expulsan unas algas microscópicas redondas que viven dentro de su cuerpo y que les confieren su coloración, y pueden llegar a ser completamente blancos. “Si la temperatura se eleva demasiado, o si el calentamiento dura mucho tiempo, empiezan a morirse porque dependen de las algas para su nutrición”, explica. A comienzos de los ochentas, por ejemplo el Fenómeno del Niño hizo que se muriera casi el 80 por ciento del tejido coralino del Pacífico.

Pero también contribuyen a su deterioro la contaminación, la sedimentación, la sobrepesca y la deforestación. “Los corales tienen que vivir en aguas muy claras porque dependen de la luz para que las algas simbiontes puedan hacer su fotosíntesis. Cuando se enturbia el agua, cuando aumentan los niveles de nutrientes, cuando llegan más contaminantes, el ambiente se torna adverso”, continúa.

Al mismo tiempo, los corales constituyen uno de los organismos más sofisticados, cuando se trata de defenderse de la adversidad y adaptarse a nuevas condiciones. “Logran mantener un ecosistema altamente productivo en aguas muy pobres en nutrientes, lo que es algo maravilloso”, dice. Son ellos los que han desarrollado mecanismos de supervivencia y por eso Garzón es contundente cuando afirma que “hay signos esperanzadores de que por lo menos no se van a extinguir muy rápidamente”.

Sus estudios sobre los arrecifes de coral incluyen la caracterización y cartografía de las formaciones coralinas y otros ecosistemas costeros del Parque Natural Tayrona, trabajo finalista en el VII Concurso Nacional de Ecología del Fondo FEN – Colombia, y una evaluación integral sobre el estado y la problemática de conservación de los arrecifes coralinos de la Isla de San Andrés, en colaboración con Juan Manuel Díaz y Sven Zea, estudio ganador del Premio Nacional de Ciencias del Mar, 1994, otorgado por la Comisión Colombiana de Oceanografía y publicado como libro por la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Garzón explica que el mérito de este último estudio es que “se ensaya por primera vez el análisis de la mortalidad coralina como indicador de salud del ecosistema arrecifal, desarrollo novedoso que es usado posteriormente en la evaluación general de las áreas coralinas del Caribe colombiano y en investigaciones de otros países”.

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Cruza otro límite


Por sus contribuciones al conocimiento de los arrecifes coralinos, en 1992 es llamado a conformar el equipo para implementar el programa internacional CARICOMP, Caribbean Coastal Marine Productivity, con el objetivo de hacer un seguimiento continuo y de largo plazo a los arrecifes coralinos y otros ecosistemas como los pastos marinos y los manglares en todo el Gran Caribe.

Con base en esa experiencia, en 1998 diseña y pone en marcha el Sistema Nacional de Monitoreo de Arrecifes Coralinos en Colombia, SIMAC, “el cual ha funcionado sin interrupción por más de ocho años y ha establecido ya 28 estaciones permanentes en seis regiones colombianas del Caribe y tres del Pacífico”, con el apoyo de varias universidades e instituciones públicas y privadas. “El SIMAC es la base del informe sobre el estado de los arrecifes coralinos en Colombia. Se publica anualmente desde el año 2000, y aporta datos actualizados sobre la abundancia de organismos bentónicos, como corales, esponjas, erizos y langostas, entrega información sobre la incidencia de enfermedades coralinas y la estructura de las comunidades de peces en todas las áreas, así como sobre la calidad del agua en algunas localidades”.

Al año siguiente asume una nueva responsabilidad: organizar el nodo regional de la Red Global de Monitoreo de Arrecifes Coralinos para el sector sur de América tropical (Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela y Brasil), del que ha sido su coordinador desde entonces.



De tal manera que además de investigador, Garzón ha liderado programas internacionales de fomento a la producción del conocimiento de ese ecosistema, a su juicio uno de los más valiosos del mundo. “Los corales construyen islas enteras, como San Andrés, por ejemplo. San Andrés podría desaparecer fácilmente por la erosión del mar, si se pierde el arrecife de barrera que está en el costado noroccidental de la isla. Albergan una gran diversidad, o sea que en términos de productos y sustancias nuevas para la medicina y para la industria tiene un potencial enorme. Los productos pesqueros más valiosos provienen de los arrecifes de coral, como las langostas, los pargos, los meros. Tienen una importancia múltiple desde muchos aspectos”.

Como coordinador del programa de biodiversidad y ecosistemas marinos también debió incursionar en el campo de la administración de la ciencia. “Me dio muy duro al principio, pero después encontré que era un trabajo muy bonito, porque está uno más cercano a la gente, se preocupa por ellos, y siente la necesidad de ayudarles a desarrollarse como investigadores y a realizar sus proyectos”.

Garzón deja el INVEMAR con la sensación de haber cumplido un papel significativo en el desarrollo del conocimiento sobre los arrecifes coralinos, su tema consentido dentro de la biología marina. Ha sido nombrado ‘Investigador Honorario’ y seguirá colaborando como miembro del Comité Editorial del Boletín de Investigaciones Marinas y Costeras.

Pero le dedicará mucho más tiempo a su otra consentida, su familia, en busca de nuevas oportunidades y experiencias para el desarrollo de sus hijos, y una mejor seguridad para la supervivencia de Alejandro. Así como su sueño fue “trabajar en investigación, pasar muchas horas debajo del agua conociendo y mirando ese ambiente tan especial”, lo que logró con creces, el de sus otros dos hijos es estudiar medicina. Uno ya está en la Universidad Nacional y el otro, que aún está en secundaria, dice que también quiere estudiar Medicina. “No se si el caso de su hermano menor los habrá impactado”, dice.

¡Buen viento y buena mar desde Universia!


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