Con 98 años de edad, Carlo Federici Casa continúa activo en su
vocación de maestro de ciudadanos tolerantes, honestos y respetuosos.
La mayor lección de este estudioso de la ciencias básicas y naturales,
quien revolucionó la pedagogía nacional en la década de los ochenta, es
el amor y la pasión por el conocimiento y la enseñanza. (Q.e.p.d. 2005)
Perfil elaborado en noviembre de 2004Carlo Federici Casa cree con convicción en
valores como el amor, el respeto y la honestidad. Su larga vida ha
estado dedicada de lleno a compartir desinteresadamente sus
conocimientos y las constantes interrogaciones sobre la lógica de las
matemáticas, los fundamentos de la pedagogía, la ética y la
racionalidad del ser humano. Muchos han sido sus discípulos, desde que
en 1932 decidió entregarse por completo a la docencia en su natal
Italia.
Decir que su vocación sigue intacta no es
exagerado. Aún recibe con entusiasmo a los estudiantes que lo consultan
y que atiende en su hogar, o en sus visitas a algunos planteles
educativos de la ciudad donde conversa y aconseja a maestros y jóvenes.
Al hablar con él, es posible sentir que su pasión por los números y por
las ciencias trasciende a todos los campos del saber y se amplía hacia
la comprensión, el cariño y la fe en las personas.
El
Maestro Federici es un interlocutor siempre atento, abierto y
comprometido con la palabra del otro. Con 98 años de edad, plenamente
lúcido y lleno de vida, mantiene su actividad intelectual escribiendo
textos especializados y reflexiones sobre el tema que más le apasiona:
la lógica de las matemáticas.
Su obra es fiel a la idea
de que "no somos máquinas, somos razón; por eso a los niños hay que
mostrarles de dónde salen los conceptos matemáticos y permitirles vivir
sus orígenes. Eso es mejor que violentarlos con abstracciones o
memorizaciones que atropellan su manera natural de pensar, no hay que
hacerlos repetir como si fueran micos para que luego el profesor los
raje".
{* title=Nuevos horizontes}
Nuevos horizontesLlegó
a Colombia el 8 de abril de 1948 y sintió, como un presagio favorable,
que se convertiría en su hogar. "Llevo 56 años gozando y sufriendo con
los colombianos", declara. Pese a la impresión que le generó el
"Bogotazo", no dudó en quedarse porque ya estaba comprometido con la
Universidad Nacional de Colombia, institución que lo contactó a través
de Gustavo Uribe, cónsul colombiano en Génova en ese entonces, para
abonar los terrenos de la lógica y de la matemática en el país. La
oferta despertó para él y su familia nuevos horizontes.

No
era para menos, pues los avatares de las dos guerras mundiales siempre
los habían afectado. En 1931, luego de contraer matrimonio e iniciar su
carrera como docente, ésta fue interrumpida por el estallido de la
Segunda Guerra Mundial en 1940. "La guerra es una porquería", dice
mientras recuerda nítidamente el tiempo durante el cual participó en la
confrontación, a pesar de que no era obligatorio para profesores.
Rápidamente pidió su retiro de las filas asentadas en los Alpes porque
se declaró en contra del Fascismo y de la obstinación ciega de los
mandos por enviar al frente de batalla a su división, equipada desigual
y precariamente con cañones antiaéreos y con soldados armados apenas
con bayonetas.
El ámbito castrense ya lo había defraudado
cuando, recién graduado en 1927 de la Real Universidad de
Génova-Sestri, tuvo que prestar durante un año el servicio militar en
una división de la artillería de montaña. Pocas fueron las experiencias
agradables y solamente le dejó algunas enseñanzas técnicas útiles.
Además,
siempre estuvo en desacuerdo con las arbitrariedades e irrespetos de
algunos superiores o compañeros, lo que reafirmaba sus idea de que no
tienen sentido las agresiones entre los seres humanos. Pero, en medio
de todo, ese mismo año conoció a Iole Celle Krems, su futura esposa y
gran amor de su vida, ante las olas de un mar agitado por las tormentas.
Para
1942 ya se dedicaba a la cátedra universitaria. Luego la abandonó para
dictar lógica en el Liceo de Educación Media "Cristophoro Colombo"
donde trabajó durante seis años. En medio de la Guerra, se incorporó a
un grupo de profesores antifascistas, lo que provocó su arresto en las
propias instalaciones del centro educativo por fuerzas italo-alemanas.
Estuvo retenido por tres meses en una residencia estudiantil adecuada
como prisión y fue torturado para declarar en contra de conocidos
suyos. Tras el desembarco de las tropas norteamericanas en Liguria,
recobró la libertad.
{* title=Lógica del conocimiento}
Lógica del conocimientoBogotá
fue, pues, un giro determinante para el Maestro Federici. Entre sus
primeros alumnos y amigos en la Nacional estuvieron Otto de Greiff,
Leopoldo Guerra Portocarrero y Gustavo Perry, personajes que como él
son legendarios en la historia de la Nacional. Con ellos instauró allí
formalmente los estudios de Matemáticas y se convirtió en un permanente
impulsor de la renovación en la enseñanza.
En su trabajo
se caracterizó por cultivar relaciones menos impersonales con sus
estudiantes y por debatir esquemas tradicionales. Para él lo
fundamental en la educación es conseguir que los seres humanos dictemos
las normas que nos permitan convivir. Por eso recalca que una de las
leyes más importantes es no odiar al otro y en cambio oírlo,
respetarlo, amarlo.
Las primeras lecciones que compartió
en un improvisado "itañol" se dedicaron al estudio del origen de los
números naturales, la demostración matemática de por qué las escalas
musicales pueden estar compuestas por 5, 7, 12, 17, 22 o 53 notas, así
como al novedoso sistema que había creado para simbolizar con mayor
claridad las operaciones lógicas. Temas que todavía lo obsesionan.

El último trabajo en mención fue quizá uno de sus aportes más notables. Se publicó con el título
Arquitectura matemática de la lógica de las proposiciones categóricas,
el cual resultó de buscar símbolos para la notación lógica que sean más
próximos a la relación que representan. Este saber, entre otros, es el
que sigue compartiendo con la esperanza de contribuir a la formación de
futuro pedagogos.
Otros escritos se han sido compilado en libros como
Estética y matemática; Escritos del profesor Carlo Federici Casa sobre ciencia, matemática y docencia;
Sobre la resolución de problemas y la numerosidad; y,
Aritmética de los cardinales relatores. Reestructuración de las aritméticas de la física. Próximamente aparecerá un nuevo volumen que recopila nuevos trabajos.
{* title=Una vida para educar}
Una vida para educarSu
pasión por las ciencias naturales, la matemática, la lógica, la
biofísica, la neurología, su comprensión de los problemas de la
educación y una sobresaliente capacidad para relacionar versátilmente
diversos saberes, lo llevaron a ocupar cátedras en diferentes
facultades e institutos de investigación de la Nacional, así como en
otros países de Latinoamérica.
En los años 80, el Maestro
Federici organizó varios seminarios en la Facultad de Ciencias Humanas
de la Nacional para discutir temas relacionados con pedagogía. Estas
reuniones originaron la primera generación del llamado "Grupo
Federici", del cual hicieron parte reconocidos intelectuales como
Antanas Mockus, Rodolfo Llinás, Jorge Charum, Berenice Guerrero, Maria
Clemencia Castro, Carlos Augusto Hernández y José Granés, entre muchos
otros que llevan con orgullo la huella imborrable del maestro.
"Estábamos
de acuerdo en dar la vuelta a la educación", comenta, a lo cual puede
añadirse que "la lógica última del saber es la superación, la
trasgresión —en su sentido etimológico—, porque la dinámica del
conocimiento es que todo lo establecido debe ser superado y
trascendido", como afirma en uno de sus escritos.
Nunca
ha tolerado la intransigencia ni el autoritarismo en las aulas.
Recuerda cómo lo impresionó cuando, siendo un niño, vio que uno de sus
profesores "de cerebro acelerado pero que tenía casi problemas de
psiquiatría" amenazó con abofetear a una alumna. Su protesta fue
singular y discreta, pero muy diciente pues destrozó el registro de la
clase vertiendo tinta en sus páginas.
Aunque nunca lo
amonestaron por este acto y finalmente aquél profesor fue retirado,
esta vivencia fue creando en el pequeño "Nino", como cariñosamente le
llamaban por ser el menor de la familia, la imagen de cómo debe y no
debe comportarse un pedagogo con sus estudiantes.
Comprendió
desde muy temprano que las palabras tienen un efecto inmenso y
trascendental para las personas. No duda en afirmar que "cada palabra
que decimos es como si metiéramos un cuchillo en el cerebro del niño y
por eso lo herimos o le causamos la ‘muerte', aunque podemos también
darle mucha vida. Esto ocurre igual en el momento de encuentro de una
persona con otra". Estas son las profundas enseñanzas de convivencia y
amor por las que ha dedicado sus días y que trascenderán toda la vida.
El maestro Carlo Federici Casa falleció el 22 de enero de 2005.