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Científicos en el área de Ciencias de la Salud

Eduardo Egea Bermejo

Publicado, 15-08-2006

Ha dedicado su vida profesional al estudio de las alergias, siempre buscando el bienestar de sus pacientes. El barranquillero Eduardo Egea Bermejo comparte con su esposa Gloria Garavito no solamente los sentimientos de amor, sino un proyecto de vida. Hoy en día lideran el grupo de Investigación en Inmunología y Biología Molecular de la Universidad del Norte.

Eduardo Egea Bermejo
Perfil elaborado en julio de 2006

Eduardo Egea habla en plural, porque lo que es hoy, lo ha construido con su esposa, colega y compañera, Gloria Garavito, quien después de haber sido su discípula, decide formarse en inmunología. La historia se inicia en Barranquilla cuando él, médico e investigador egresado de la Universidad de Cartagena, dictaba los primeros cursos de inmunología en el pregrado de un par de universidades barranquilleras.

Ella quería especializarse en oftalmología, como su padre, pero en el camino dio media vuelta a sus intereses. Desde siempre han trabajado juntos tanto en su consultorio, haciendo inmunología clínica, como en el laboratorio, liderando el grupo de investigación en inmunología y biología molecular de la Fundación Universidad del Norte.

La tradición científica ha continuado. El primero de sus hijos, Eduardo Enrique Egea Garavito, médico y especialista en biomedicina de la Universidad del Norte está consolidando su formación científica en inmunología en Boston; su hija Gloria estudia psicología y está inclinada a especializarse en psicología forense, en cuyo programa hay un fuerte componente de genética molecular, y la menor Angeline, quiere ser bióloga. Su padrino, el nefrólogo e inmunogenetista de la Universidad de Harvard, Edgar Milford, buen amigo de sus padres, ha cumplido un papel muy importante en su orientación. “Pensamos que los años y la inversión integral que hemos hecho ha dado resultado”, dice. “Sin querer, el ámbito familiar ha hecho que nuestros tres hijos estén encaminados a tener un perfil científico en el área de la salud, algo que nos da mucha satisfacción de ver nuestra proyección reflejada en el futuro en ellos”.

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Abriendo camino


Cuando Egea Bermejo terminó medicina tenía muy claro que quería continuar sus estudios en inmunología pero en ese entonces, cuenta, no se ofrecían estos programas en ninguna universidad colombiana. Le interesaba encauzar su profesión hacia la inmunología, orientada a una formación básica aplicada. Empacó maletas y se fue para Bogotá, donde fue recibido posteriormente en el Instituto Nacional de Salud, INS, y en el Instituto Nacional de Cáncer, INC, centros en los que encontró un nicho para iniciar su entrenamiento en esta disciplina.

Desde 1977, al regresar a Barranquilla se vinculó de tiempo completo a la Universidad Libre y como docente de cátedra a la del Norte, siempre buscando posibilidades de formación a nivel internacional. En 1981, ya con familia, -el primero de sus hijos ya había nacido- viajó a México en donde recibió su entrenamiento de post grado en Inmunología Clínica. Tuvo la suerte de vincularse a un programa con un relevante componente clínico en el Instituto de la Seguridad Social de México, avalado académicamente por la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM. “Allí publiqué mi primera experiencia en inmunología básica”, recuerda. Su trabajo, titulado “Efecto del factor tímico sérico sobre el fenómeno de rosetas T” le había implicado muchas horas diarias en el laboratorio. Se dio cuenta que le gustaba estar metido entre pipetas y el banco de trabajo experimental en el laboratorio.

“Regresé a mi ciudad en el 83 como inmunólogo clínico. Era el único en ese momento aquí en Barranquilla, y volví a la academia”, pero esta vez le dio más peso al componente investigativo dentro de sus responsabilidades. Paralelamente, él y su esposa habían montado su consultorio privado para asistir a los pacientes sufriendo de enfermedades inmunoalérgicas.



Cada vez asistía a más reuniones y congresos científicos nacionales e internacionales, donde presentaba resultados de investigación en el campo de la alergología principalmente. Fue él mismo quien hizo el estudio y diagnosticó a su pequeño hijo de 14 meses afectado por una diarrea crónica persistente y luego de muchas visitas a pediatras y gastroenterólogos, encontró que lo que tenía era una alergia a los lácteos. Se los quitaron y santo remedio.

Durante un congreso en Washington llegó a la conclusión que necesitaba continuar sus estudios. “Ahí comenzaron amistades muy importantes para nosotros. Creamos una red que todavía sigue funcionando. Ese día decidí con Gloria que definitivamente teníamos que consolidarnos en el aspecto básico. Sabíamos mucha clínica, y de pronto diseñar algunos experimentos, pero nos dimos cuenta que teníamos que consolidar el aspecto básico”.

Tocó muchas puertas, aplicó a varias universidades del mundo, hasta que un día, luego de varios años, le llegó una oferta de quien se había convertido en muy buen amigo, el genetista Edmond Yunis, quien dirigía la División de Inmunología e Inmunogenética de la Escuela de Medicina en Harvard.

La familia Egea ya había crecido y además estaban económica y profesionalmente muy bien. ¿Cómo dejar todo lo que habían construido hasta entonces y jugarse el destino? Pues lo hicieron. De común acuerdo, Gloria y Eduardo, ante la mirada atónita de muchos de sus familiares y amigos, vendieron buena parte de sus pertenencias. Como no iban becados se dijeron “la plata no lo es todo, terminemos de consolidar nuestras aspiraciones”. Consiguieron un pequeño apoyo en Colombia, y partieron hacia Boston a donde llegaron en pleno invierno. Era febrero de 1987.

“Hacía muchísimo frío”, dice, recordando los dos impactos que tuvo a su llegada. “Al día siguiente amanecí con una sensación de escozor exagerado y pensé que, como era alergólogo-inmunólogo, tenía una alergia, pero no, era que el frío nos había quebrado todos los vellos de las piernas. Me convertí en un hombre lampiño...” El otro impacto fue al segundo día, cuando se presentó en el Instituto de Oncología Dana Farber y nadie le entendió su inglés. “Lo que comprendí era que teníamos que hacer un curso de inglés de mínimo tres meses en Harvard y así sería mas fácil hacerle frente al choque cultural”. Muy pronto se adaptaron a la cultura y a la idiosincrasia bostoniana. “Aunque al comienzo fue muy duro fueron cuatro años de mucha formación, una experiencia productiva y enriquecedora en toda su dimensión”.

Egea trabajó en inmunología celular y en inmunogenética utilizando como modelo enfermedades infecciosas como hepatitis B y tétanos. Diseñó y desarrolló importantes proyectos en inmunología celular. Trabajó al lado de grandes maestros como el propio Yunis, Chester Alper, Mark Spitz y Strominger. Allí produjo lo que considera algunas de las publicaciones más importantes de su vida. “Fui el primer colombiano que tuvo la gran oportunidad de publicar en revistas como el Journal of Experimental Medicine”.

“Querían que me quedara para continuar trabajando en inmunología celular”, dice, pero resolvió regresar a su país. La familia Egea Garavito se radicó en Barranquilla nuevamente desde 1990. La decisión de regresar no fue fácil, pero las razones familiares pesaron indiscutiblemente. Se trajeron esa gran experiencia y mucho conocimiento, pero también una semilla que hoy está dando frutos: “Nos trajimos el apoyo de varios profesores de Harvard. En ese momento nos donaron reactivos, elementos de trabajo, y equipos de laboratorio”, cuenta Egea, y agrega que esta importante donación, sumada a la inversión y confianza depositada por la Universidad a esta pareja, permitió que se realizara el montaje de un programa de investigaciones en inmunología, permitiendo así iniciar lo que hoy en día es el laboratorio en donde se ha gestado, desarrollado y publicado conocimientos de gran calidad científica.

La pareja Egea Garavito y su grupo son reconocidos a nivel local, regional, e internacional. Sus trabajos en inmunogenética e inmunología molecular están indexados y son consultados por muchos investigadores a nivel mundial.



Hoy en día son profesores en los programas que la Universidad ofrece como la especialización en Biomedicina Molecular y pronto también Maestría en Ciencias Biomédicas. Trabajan en tres líneas de investigación: inmunología de enfermedades alérgicas y autoinmunes, inmunobiología de enfermedades infecciosas y biología molecular como herramienta para estudiar la asociación entre enfermedad y genética.

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{* title=Una caricia para combatir el asma}
Una caricia para combatir el asma

Desde que se formó como médico, el profesor Egea siempre ha buscado el bienestar de sus pacientes, razón por la cual ha trabajado en investigación aplicada. Para aquellos que sufren de alergias respiratorias y de piel, el grupo de investigación que lidera ofrece un producto que ya está en el mercado y cuyo objetivo es combatir ácaros, considerados como el primer factor desencadenante e incluso generador de alergias.

“Es un aerosol que tiene un efecto residual de aproximadamente seis días, que se aplica sobre el colchón, en la almohada, en el clóset, en la ropa, completamente inocuo en el humano, muy eficiente como acaricida. Lo que hicimos desde el punto de vista investigativo, con todo el método y el rigor científico, fue buscar una mezcla química con un efecto sinérgico sobre los ácaros”. La innovación consiste en lograr solubilizar un alcohol terpénico proveniente del aceite de pino, que tiene efecto acaricida. “Ya sabemos que es un denaturalizante de proteínas productoras de enfermedades alérgicas”.

Colciencias y el laboratorio Procaps formaron parte de este desarrollo, y se ha convertido en un ejemplo que demuestra que en Colombia es posible hacer innovaciones tecnológicas con base en el conocimiento científico.

Sin duda el profesor Egea también ha generado escuela. “En el campo de la alergia clínica yo diría que lo que más me satisface es haber podido lograr la transferencia del conocimiento hacia Colombia, haber motivado mucho en mis estudiantes la pasión por la inmunología y la alergología. Cinco de sus alumnos de pregrado y postgrado hoy son Doctores (PhD).

El doctor Egea ha sido Presidente de la Asociación Colombiana de Alergia e Inmunología, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Latinoamericana y actualmente miembro de numero de otras cinco sociedades científicas mas. “Hoy en día trabajamos por el país, aplicando conocimientos y dando calidad de vida a los pacientes. Pero además aplicando y transfiriendo conocimientos para generar productos que puedan controlar el problema de la alergia”, remata.

No hay alergólogo en el mundo que no sea alérgico, dice. “Es como una marquita”. Por eso no es curioso que el propio Egea sea alérgico a los ácaros y a los pólenes, y que en su casa asperjen Atlasac, el producto desarrollado en su Universidad.

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