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Científicos en el área de Ciencias de la Salud

Felipe Guhl

Publicado, 27-10-2006

LA enfermedad de Chagas ha estado en la mira del biólogo Felipe Guhl desde hace más de 25 años, reconocido por ello como experto en el tema del ámbito nacional, continental y mundial. Disfruta su trabajo tanto cuando está en el laboratorio como cuando visita las zonas de mayor transmisión. También le satisface enormemente evitar la infección en algún niño latinoamericano.

Felipe Guhl
Perfil elaborado en septiembre de 2006

Hay un parásito que deambula por el continente americano desde hace unos 80 millones de años. Se llama Trypanosoma cruzi. Se tiene evidencia de que hace unos nueve mil años habitantes del desierto de Atacama en Chile ya tenían alguna relación con él. Esto es sólo una parte de la historia que desde hace 25 años trata de escudriñar el biólogo y experto en ese microorganismo, Felipe Guhl.

En el ser humano el T. cruzi produce la enfermedad de Chagas una zoonosis que no se puede erradicar pero si se puede controlar , y en Colombia se estima que el microorganismo ha infectado al cinco por ciento de la población, mientras que el 20 por ciento se encuentra en riesgo de adquirirla teniendo en cuenta la distribución geográfica de los insectos vectores que la transmiten. Al entrar al cuerpo del hombre, a través de las heces del insecto que lo pica, se anida en las fibras del corazón, produciendo una cardiopatía que puede llevar a la muerte.

Considerada como la cuarta causa de mortalidad en América Latina, -mueren 43.000 personas al año-, Guhl es uno de los pocos latinoamericanos que ha dedicado su vida a esta enfermedad olvidada, promoviendo y dirigiendo programas de control nacional y continental.

{* title=Lucha contra el Chagas}
Lucha contra el Chagas

Hijo de un geógrafo, don Ernesto Guhl, profesor de la Universidad Nacional de Colombia, las salidas que hacía con su padre a medir el territorio nacional inspiró su pasión por llegar hasta los sitios donde la enfermedad actúa. “Mi papá siempre decía que ciencia sin humanismo no era ciencia”, recuerda y por eso desde que inició su relación con el T. cruzi, la aplicación de lo que hace y descubre en el laboratorio para beneficiar a la gente que sufre en carne propia el problema, ha sido parte integral de sus investigaciones.

Al terminar bachillerato se presentó a agronomía en la Nacional y a biología en la Universidad de los Andes. Por razones económicas, su familia hubiera preferido que entrara a la primera, pero Guhl prefería la biología a la agricultura. Además pasó en los Andes y no en la Nacional, lo que le ayudó a tomar la decisión, solucionando el problema económico con una beca a partir del segundo año y hasta el final de su carrera. Lleva desde entonces en los Andes, ya casi 30 años. Su esposa lo molesta: ¡no ha podido graduarse en todo este tiempo!

Lo cierto es que Guhl tiene una maestría en microbiología también de los Andes, e hizo estudios posteriores en epidemiología de enfermedades tropicales, inmunología y biología celular en el Instituto de Medicina Tropical de Sao Paulo y en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de la Universidad de Londres.

Su interés por la enfermedad de Chagas llegó después de hacer biología marina. De hecho, con dos grandes amigos suyos también biólogos, Henry von Prahl (QEPD) y Max Grogl trabajó en la biología de los ecosistemas marinos del Pacífico colombiano, principalmente en la fauna y la flora de la Isla Gorgona, obteniendo como resultado la incorporación de la isla en el sistema de parques nacionales.

Luego vinieron los parásitos, y con ellos la enfermedad de Chagas. “Está muy ligada al campo nuestro, a la pobreza de la gente, a la mala calidad de la vivienda. Tiene un componente entomológico inmenso porque tenemos una variedad hoy en día de 25 especies de triatominos que son capaces de transmitir el parásito. Poco a poco me fui involucrando en su estudio”, recuerda.

Al principio hizo énfasis en el aspecto inmunológico, haciendo ensayos en animales de experimentación, luego en humanos, buscando moléculas que permitieran desarrollar nuevos exámenes de diagnóstico de más fácil aplicación a nivel de campo. Luego, en un trabajo paralelo, empezó a trabajar con quienes vivían en las zonas más afectadas en Colombia, como el valle del Río Magdalena, la región del Catatumbo, la Sierra Nevada de Santa Marta, el piedemonte llanero y la Serranía de la Macarena.

Era necesario conocer los ambientes preferidos por el insecto, colectar los vectores, estudiar los ciclos del parásito, pues en Colombia casi ni se conocía la enfermedad. “Empezamos a hacer los primeros programas de control de vectores en una zona muy cercana a Bogotá, lo cual fue muy enriquecedor desde el punto de vista humano porque la gente quedo muy agradecida, y las áreas libres de transmisión vectorial”, comenta con nostalgia y mucha satisfacción, pues ese pequeño programa dio lugar al programa nacional, patrocinado por el Ministerio de Salud, en el que se involucraron la Universidad Industrial de Santander, UIS, y el Instituto Colombiano de Medicina Tropical de Medellín.

“Encuestamos casi 60 mil viviendas en todo el país, realizamos exámenes diagnósticos en mas de 56 mil niños, después elaboramos mapas utilizando sistemas de información geográfica y también mapas predictivos utilizando información satelital de sensores remotos. Hoy en día sabemos cuál es la población del país con niveles de riesgo alto medio y bajo para la enfermedad de Chagas”. De esta manera el Ministerio contó con una herramienta precisa para iniciar las acciones de control e invertir adecuadamente los escasos recursos.

Sin dejar la investigación básica, Guhl ha ido incursionando en el estudio de campo, en el diseño de políticas públicas en salud, de cobertura nacional, y también en el desarrollo de programas continentales para controlar la enfermedad .Ha sido asesor de la OMS durante mas de 15 años en este tema y conoce la realidad de la situación profundamente.

De las gestiones que ha liderado en pública, -que le han costado trabajo y mucha paciencia, porque no ha sido fácil convencer a los tomadores de decisión-, hay dos resultados que particularmente destaca.

Por un lado, teniendo en cuenta que el ser humano puede adquirir la infección no solo por el contacto con el insecto, sino por transfusión sanguínea, en 1995 y luego de un estudio de los bancos de sangre en todo el país donde encontraron que la prevalencia de infección en la sangre de los donantes de áreas endémicas era muy alta, logró que se promulgara un decreto que los obliga a hacer la prueba de Chagas, así como se hace para otras enfermedades como hepatitis y sida.

Posteriormente, en asocio con el Instituto Nacional de Salud, incursionó en un programa de tratamiento, en el que fue necesario convencer a la casa comercial para que continuara con la producción del medicamento, al Invima para que lo aprobara y al Ministerio para que lo comprara. Hicieron el primer ensayo clínico controlado en Colombia ofreciendo tratamiento a escolares de tres municipios endémicos en Boyacá. “Al hacer la evaluación seis meses después del tratamiento obtuvimos resultados maravillosos porque en el examen diagnóstico todos los niños estaban negativos”, con lo cual se prueba que el medicamento existente es efectivo y permite prevenir el desarrollo de cardiopatías en niños.

La enfermedad de Chagas es menos lesiva en edades tempranas. Si un niño está infectado con el tripanosoma se puede tratar para evitar que desarrolle una cardiopatía, mientras que un adulto de 45 años que esté infectado no tiene cura; “ y si desarrolla la enfermedad está destinado a morirse de una cardiopatía chagasica, lo cual constituye un panorama muy dramático”, explica, con la preocupación que le generan todos los pacientes.

Toda esta actividad le ha merecido un lugar destacado en la comunidad internacional. Forma parte del panel asesor para tripanosomiasis en la Organización Mundial de la Salud, OMS, actúa como coordinador científico de un programa financiado por la Comunidad Europea para control de la enfermedad a nivel latinoamericano. Se desempeñó como jefe del Programa de Investigación y Entrenamiento en Enfermedades Tropicales, TDR, con sede en Ginebra, Suiza, promovió la creación de la Iniciativa Andina para el Control de Chagas, así como de otras regiones del continente, y pertenece a las comisiones de certificación internacional para verificar el cumplimiento de las metas de dichos programas de control.

{* title=Chagas en momias chilenas}
Chagas en momias chilenas

En un Congreso Internacional de Momias en Cartagena, Guhl entró por casualidad a una conferencia y le llamó mucho la atención que el orador hablaba de enfermedad de Chagas, con la única diferencia que se refería a momias chilenas. Le propuso al investigador, Arthur Aufderheide, trabajar conjuntamente. Hicieron un primer registro de momias de 4000 años de antigüedad infectadas por T. cruzi, detectaron el parásito con técnicas moleculares y publicaron los resultados en la prestigiosa revista The Lancet.

Los trabajos continuaron con más de 300 momias chilenas. Por las condiciones meteorológicas de la región son producto de ‘momificación espontánea’, lo que les permite trabajar muy bien con ellas. “Ya me convertí un poco en momiólogo. Es un tema que me apasiona”. La ultima publicación apareció recientemente en el Proceedings of The Nacional Academy of Sciences, de Estados Unidos.

Las investigaciones que tienen que ver más con la situación actual son su prioridad. Desde el Centro de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Tropical, CIMPAT, el cual dirige, trabaja en la caracterización genómica de los vectores y de los parásitos. Con la ayuda de sus estudiantes, que valora inmensamente, le apunta a la caracterización de las subpoblaciones del T. cruzi en el norte del continente.

Más que cualquier logro de su laboratorio, lo satisface “ver que en el país se pueda realmente encontrar áreas hoy en día donde ya no hay más transmisión vectorial y donde podemos encontrar niños o bien curados o bien prevenidos. Ese es un logro que me satisface muchísimo como persona”.

Cuenta con más de 162 artículos en revistas indexadas, lo que sería motivo de orgullo para cualquier científico. Sin embargo, podría asegurar que mostró con más emoción las más de 182 máscaras que tiene en su colección, cada una con su ficha correspondiente y con una anécdota más insólita que la anterior. O su colección de matas de lavanda, frondosas, olorosas y divinamente cuidadas, a pesar de lo difícil que resulta cultivarlas en este clima bogotano. “Cuando chiquito tenía colecciones de plantas, de insectos, de minerales. Todavía debo confesar que hago colecciones que no son muy bien recibidas en mi casa”, dice, con la picardía de un buen coleccionista.

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