Para Iván Darío Vélez, docente de la Universidad de Antioquia y
especialista en enfermedades tropicales, su mayor compromiso como
médico es brindar herramientas efectivas para la prevención y el
control de patologías como paludismo, malaria y leishmaniasis, cuyo
incremento en los últimos años alerta a los científicos y las
autoridades de salud.
Perfil elaborado en noviembre de 2004
Gracias al
trabajo dedicado del Programa de Estudio y Control de Enfermedades
Tropicales (Pecet) de la Universidad de Antioquia con la leishmaniasis
—compleja afección cutánea, de las mucosas o las vísceras, que puede
ser mortal—, Colombia cuenta hoy con un modelo de abordaje integral de
este tipo de patologías. Este permite establecer los riesgos de
infección según la temporada climática, la población expuesta y las
zonas donde se da la transmisión; determinar el desplazamiento
geográfico de las epidemias; mantener a raya a los insectos vectores;
y, por último, realizar una labor de prevención y control ligada a las
particularidades culturales de los grupos humanos.
Al frente
de esta iniciativa está desde hace más de dos décadas el médico Iván
Darío Vélez, quien, con el objetivo de disminuir el sufrimiento de
miles de campesinos, indígenas y afrodescendientes muy pobres que
padecen este flagelo, ha logrado que el Pecet sea reconocido por
instituciones como la Organización Mundial de la Salud, el Foro
Internacional para las Ciencias Sociales y la Salud, la Academia
Nacional de Medicina y la Sociedad Colombiana de Parasitología y
Medicina Tropical, entre otras.
El académico, con su
grupo, recibió dos veces el premio y una mención de la Fundación
Alejandro Ángel Escobar en la categoría de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales por sus estudios con la leishmaniasis y la malaria. A ese
galardón se suman tres menciones de honor en los premios Rhone Poulanc
Rhorer, de la Academia Nacional de Medicina; el Premio Internacional
"Mejores Casos de las Ciencias Sociales y la Salud", otorgado por
el Internacional Forum for Social Sciences and Health en Escocia, el
"Hernán Alcaraz Viecco", de la Sociedad Colombiana de Entomología y el
Premio de Investigación de la Armada Nacional de Colombia.
{* title=Inspiración literaria}
Inspiración literaria
"Usualmente
uno tiene imágenes externas que se van volviendo paradigmáticas a la
hora de escoger carrera", señala Iván Darío Vélez, pero en su caso no
se trató de un padre galeno, un científico famoso o el protagonista de
una serie televisiva. A los ocho años, cuando leyó Médico de cuerpos y
almas en el colegio, supo que lo suyo sería un trabajo similar al de
Lucano, un intelectual que hace más de dos mil años realizó una labor
médica y espiritual con los menos favorecidos que lo conduciría luego
al título de San Lucas, el tercer evangelista.
Al comenzar
Medicina en la Universidad de Antioquia en la década del 70, esa y
otras instituciones educativas eran el epicentro de una serie de
protestas sociales que llevaron al cierre sistemático de las aulas.
Pero su pasión por la ciencia era tal que, mientras sus compañeros se
encontraban en paro, él pasaba jornadas enteras en el laboratorio de
productos naturales trabajando con el profesor Guillermo Palacio, a
quien ayudaba en su tesis doctoral. "Posteriormente en la Facultad de
Medicina iniciamos grupos de estudio con profesores de diferentes
áreas, como Ángela Restrepo y Carlos Jaramillo, quienes posteriormente
fundaron la Corporación de Investigaciones Biológicas (CIB)".
Para
entonces ya había tenido contacto con enfermedades complejas como la
hepatitis B, pero haría un tránsito hacia las tropicales durante su año
de internado, en el que realizó estudios con mosquitos transmisores de
paludismo o malaria. El hecho que selló definitivamente su compromiso
con este tipo de patologías fue el trabajo como médico rural en Necoclí
y San Pedro de Urabá, donde la prevalencia de estas infecciones es muy
alta.
Tiempo después se vinculó como catedrático de la
institución que lo formó. "Mi entrada coincidió con la visita de una
misión francesa, cuya prioridad era capacitar a los profesores de
ciencias básicas de la Facultad de Medicina. Éramos un grupo de
docentes sin experiencia investigativa y sólo con pregrado, pero a unos
20 nos dieron la oportunidad de formarnos en Francia y gracias a ese
beneficio me especialicé en parasitología, medicina tropical y
leprología en la Universidad de Montpellier".
En Francia tuvo la
oportunidad de investigar la leishmaniasis en el sur de ese país y en
la Península Ibérica. "Estuve en contacto con una metodología de
estudio muy novedosa que no se utilizaba en Latinoamérica y al regresar
a Colombia en 1986 creamos un grupo de investigación que posteriormente
contó con el apoyo de la Agencia Canadiense de Cooperación para el
Desarrollo, la Organización Mundial de la Salud y Colciencias, para
estudiar los focos de la enfermedad en diferentes regiones".
Por
su buen desempeño académico el gobierno francés becó al profesor Vélez
para que profundizara en el conocimiento de las enfermedades
tropicales, mediante la realización de una maestría en el país galo.
Posteriormente viajó a España para titularse como Doctor en
Enfermedades Infecciosas (PhD) de la Universidad de Granada.
{* title=Epidemias crecientes}
Epidemias crecientes
Según
el docente, al año mueren en el mundo unas 500 mil personas por la
leishmaniasis. Esta enfermedad tropical y subtropical, causada por el
parásito Leishmania y transmitida por el insecto flebotomineo, se
encuentra presente en 87 países y tiene tres variedades, de las cuales
la visceral es la más letal; no obstante, en Colombia el 95% es cutánea
(produce llagas) y el 3% mucosa.
A pesar del descenso en el
número de casos presentado en el país entre 1996 y 2002, las cifras se
dispararon dramáticamente en el año siguiente por el conflicto armado
(en especial por los desplazamientos forzosos), de tal forma que de
tres mil casos —cuando se consideraba que ya no era un problema de
salud pública— se pasó a 13 mil, de los cuales gran parte fueron
reportados por las Fuerzas Armadas. "El Ministro de Defensa señaló en
el 2004 que tenía más hombres fuera de combate por la leishmaniasis que
por la guerra", agrega Vélez.
Para el científico el problema
puede ser aún de mayores dimensiones, pues hay un subregistro en la
casuística: "sólo una de cada 10 personas poseedoras de la enfermedad
es diagnosticada y las demás se tratan empíricamente". Este fenómeno se
debe a que los afectados civiles son habitantes de zonas selváticas y
rurales que no tienen acceso a centros de salud y muchas veces creen
que el hospital no es el lugar más adecuado para curar la enfermedad.
Por esa razón prefieren tratar sus lesiones con sustancias cáusticas o
plantas, formuladas por chamanes y curanderos.
Un abordaje
adecuado de esta patología implica, por tanto, tener en cuenta aspectos
culturales propios de los campesinos, las etnias indígenas y
afrodescendientes. De esta forma Vélez y sus compañeros del Pecet
descubrieron, por ejemplo, que los embera llaman a la enfermedad aida
(llaga) y la asocian con la menarquia.
"Los hombres tienen
prohibido acercarse a las mujeres mientras dure su primera
menstruación. Si transgreden esta norma son castigados con la
enfermedad", explica el médico. "También puede ser inducida por el
jaibaná (chamán), quien realiza una ceremonia especial para que le dé a
un tercero que uno quiera".
El modelo de investigación
implementado por Vélez y sus colegas implica articular la inmunología,
la biología molecular, la ecoepidemiología, la entomología médica, y la
experimentación clínica y biológica. De allí que desde la década del 80
los científicos sumen a las percepciones que las comunidades tienen del
origen y tratamientos de la enfermedad, preguntas relacionadas con los
picos de actividad de los insectos vectores, diagnósticos, muestras en
enfermos, pruebas de medicamentos naturales y alopáticos, y medidas de
prevención como el uso de toldillos, insecticidas o jabones repelentes.
{* title=Privilegio científico}
Privilegio científico
"Una
vez se tienen el modelo de investigación y la metodología para estudiar
los focos, cambiar de bicho es muy fácil", comenta el profesor, quien
manifiesta, orgulloso de su equipo, que el Pecet también trabaja desde
hace unos años en malaria, paragonimosis (causada por parásitos que
invaden los pulmones) y dolencias producidas por parásitos
intestinales, entre otras.
Con relación a la malaria, el trabajo
se orientó a establecer su relación con el fenómeno natural El Niño,
gracias a una tarea multidisciplinaria con ingenieros y científicos de
la Universidad Nacional de Medellín y el CIB. Como fruto de estos
estudios se crearon modelos matemáticos que permiten predecir cuándo va
a darse un brote epidémico de malaria de acuerdo a los cambios
climáticos y realizar observaciones epidemiológicas y entomológicas que
garantizan la implementación de medidas de prevención. "Dicho modelo
fue aplicado en África con muy buenos resultados y también se va a
adaptar para predecir los brotes epidémicos de dengue y leishmaniasis
en el país".
Recientemente la Academia Nacional de Medicina y el
laboratorio Aventis le otorgaron al Pecet un premio por la evaluación
de una vacuna contra la leishmaniasis en Colombia, "estudio que la
Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó como el más riguroso de
este tipo a nivel internacional".
Esto sirvió de criterio para
que el Pecet fuera nombrado laboratorio de referencia para la
evaluación de medicamentos y vacunas contra la leishmaniasis y para el
manejo de los datos clínicos de las investigaciones financiadas por la
OMS en América Latina. Producto de estos acuerdos, el grupo ya presta
sus servicios a la Universidad de Cuernavaca en México.
Los
éxitos cosechados por este médico obedecen a su idea de que la
investigación no es una profesión sino un privilegio y sobre todo a la
certeza de que más que una ocupación, se trata de un proyecto de vida
en el que, como Lucano, está decidido a trabajar intensamente.
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