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Científicos en el área de Ciencias de la Salud

Jorge Enrique Gómez

Publicado, 01-04-2006

El médico quindiano Jorge Enrique Gómez ha sabido sacarle ventaja a los escasos recursos científicos del país. Ante la falta de equipos de laboratorio sofisticados debió centrarse en los aspectos clínico y social para el estudio de las enfermedades parasitarias, lo que lo condujo a descubrir detonantes de las dolencias que se le habían escapado a los especialistas de los países más desarrollados.

Jorge Enrique Gómez
Perfil elaborado en febrero de 2006

Como todos los médicos, Jorge Enrique Gómez, actual director del Grupo de Estudio en Parasitología Molecular de la Universidad del Quindío, se sintió atraído desde muy pequeño por el funcionamiento del cuerpo. Con la curiosidad de un detective se dio a la tarea de investigar por qué se enfermaban los humanos, y lo que al comienzo era un pasatiempo infantil, terminó convirtiéndose en su proyecto de vida.

Amante de la investigación básica en medicina, este docente de 40 años de edad, oriundo de la ciudad de Armenia, es famoso en el Eje Cafetero por sus estudios sobre la toxoplasmosis, la tuberculosis, las enfermedades oportunistas en pacientes con VIH-SIDA y la Giardiasis, esta última una afección producida por un parásito que encontró en el agua clorada del acueducto de la capital del Quindío.

El académico ha tenido la oportunidad de prepararse al lado de los mejores. Hizo parte de su año rural en el laboratorio de Manuel Elkin Patarroyo, viajo a Bélgica con una beca para países subdesarrollados y cursó un doctorado en Reims (Francia) al lado del profesor Jean Michel Pinon, el primer científico en elaborar una técnica para el diagnóstico temprano de la toxoplasmosis congénita. No hace mucho terminó su postdoctorado en el mismo país, en el que aprendió la técnica de estreptoscopia infrarroja, para analizar al hongo Cándida, organismo que puede ser mortal en pacientes inmunosuprimidos.

En 15 años de carrera académica el profesor Jorge Enrique Gómez ha sido galardonado con la publicación de sus estudios en revistas internacionales, fue Premio Nacional de Medicina Tropical en 1993 y obtuvo una mención de honor de la Organización Panamericana de la Salud en el mismo año por sus trabajos con la tuberculosis. Adicionalmente fue destacado por la Sociedad Americana de Infectología en 1996, en el 2002 recibió el Premio a un candidato vacunal para el toxoplasma (es decir, por el desarrollo de un producto que está en fase de estudio y puede ser una vacuna), de la Asociación Colombiana de Infectología, y en el 2005 la Cámara Junior Internacional del Quindío lo nombró uno de los jóvenes sobresalientes de la región.

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Eslabón estudiantil

Apasionado por las novelas históricas, especialmente las que se centran en el Medioevo, por los juegos de estrategia e ingenio y por la música de Cold Play, grupo que conoció por uno de sus estudiantes, tiene como propósito fundamental enseñar a investigar las enfermedades desde el laboratorio.

Su interés por la ciencia tomó vuelo desde que era estudiante de pregrado y se unió con un selecto grupo de compañeros para crear la Sociedad Estudiantil de Investigación. Dicho colectivo fue el embrión de los grupos avalados por Colciencias que hoy lideran los estudios científicos en la Universidad del Quindío.

Jorge Enrique Gómez ha demostrado una gran preocupación por la toxoplasmosis a lo largo de su carrera, y no es para menos, pues se trata de una afección congénita muy frecuente en Colombia, transmitida por la materia fecal de los gatos o la carne mal cocida, y que pasa de las embarazadas al feto, causándole al niño afecciones visuales parciales o ceguera total.

Su primera investigación sobre el tema la hizo en 1991. Las conclusiones fueron publicadas en las revistas Acta Médica y Colombia Médica y demostraban que la afección  se había convertido en un problema de salud pública, que requería de acciones prontas.

Hasta esa fecha la enfermedad no había sido abordada desde una óptica médica, "sólo se habían desarrollado estudios biológicos o microbiológicos", recuerda el profesor. El médico logró demostrar la relación directa entre los problemas oculares de los niños y la toxoplasmosis, de allí que la Seccional de Salud del Quindío solicitara, a partir de ese momento, un examen obligatorio para detectarla a tiempo.

Según el académico, las investigaciones de la Universidad del Quindío fueron las primeras en América Latina que incluyeron un seguimiento a los niños en los años iniciales de su crecimiento y también fueron pioneras en insistir en la pertinencia de un diagnóstico durante el embarazo.

En un artículo publicado en el American Journal of Tropical Medicine, el galeno sostenía que la mayoría de pacientes objeto de sus investigaciones eran asintomáticos y adicionalmente no habían tenido contacto con gatos en su casa. "De allí la importancia de hacerle la prueba a todas las embarazadas del país".

El docente ha explorado la toxoplasmosis en el laboratorio, en la clínica y hasta en el campo social, pues para él son claves las condiciones socioeconómicas en las que se mueven las gestantes y sus descendientes. Ahora está metido de lleno en el tema de la genómica. Una de sus más recientes producciones trata de la caracterización de las cepas de toxoplasma, tema que le ha permitido encontrar dos grupos del parásito: uno del Viejo Mundo y otro de las Américas.

En su opinión, el toxoplasma americano es mucho más agresivo y tiene una increíble capacidad de multiplicación. Ello conduce a que los pacientes de este continente aparezcan más enfermos respecto a los de Europa. "Las cepas del Viejo Mundo son más fáciles de controlar y no producen efectos tan lesivos como la ceguera, lo que sí es muy frecuente en el contexto colombiano".

{* title=Escuela científica}
Escuela científica

Desde el año 2000 el Grupo de Estudio en Parasitología Molecular de la Universidad del Quindío, dirigido por Jorge Enrique Gómez, ha tenido la misión de realizar investigaciones de calidad que permitan conocer la distribución y características epidemiológicas de enfermedades parasitarias en el país, así como descubrir su impacto en la población y aportar soluciones novedosas desde la medicina.

El sueño del docente y sus estudiantes es ser reconocidos en el ámbito internacional como un grupo de excelencia en el tema. Por ello, además de sumergirse en el misterioso mundo de las ciencias básicas, han establecido relaciones investigativas con pares del Laboratorio de Parasitología y Micología de Reims, del Hospital Dupuytren de Limoges y de la Universidad de Lyon, todos en Francia, y con el Departamento de Microbiología Molecular e Inmunología de la Universidad John Hopkins, con el Laboratorio de Investigación en Parasitología Animal del Departamento de Agricultura y con la Universidad de Chicago de Estados Unidos. Además con el Instituto de Salud en el Trópico de la Universidad Nacional de Colombia.

El último trabajo del colectivo se relaciona con la bioinformática, una técnica desde la que analizan minuciosamente los genes del toxoplasma. Ya tienen publicados tres genes nuevos producto de su trabajo en el Banco de Genomas GenBank, con lo cual esperan mejorar los resultados en detección temprana de la enfermedad en el país.

El vínculo que Jorge Enrique Gómez tiene con sus estudiantes le ha permitido un diálogo amplio y productivo. "Son mis segundos hijos, padezco con ellos sus problemas personales y paso la mayor parte del tiempo a su lado en el laboratorio", señala.

La lección más valiosa que les ofrece es que para ser científicos no hay que depender de los recursos o de las tecnologías, sino adaptarse a las condiciones del país. Fue precisamente la imposibilidad de aplicar su postdoctorado, por la falta de equipos sofisticados, lo que lo llevó a profundizar en la epidemiología clínica y estadística. Esas dos disciplinas lo acercaron a los detonantes de la toxoplasmosis que se le estaban escapando a los especialistas de otras latitudes.

"De no ser así no hubiera encontrado la diferencia entre las cepas del toxoplasma del Viejo y el Nuevo Mundo, el papel del agua en la Giardiasis o la necesidad de nuevos medicamentos para tratar el paludismo y las enfermedades oportunistas".

Con esa ventaja comparativa en mente, este docente quindiano sigue enseñando técnicas para el estudio molecular de las enfermedades parasitarias, siempre con la esperanza de que sus estudiantes lleguen a sentir una pasión incontrolable por la ciencia, similar a la que de pequeño lo llevó a explorar el cuerpo humano en los libros, para convertirlo en su propósito de vida en la edad adulta.

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