Santiago Nicholls, director del Grupo de Parasitología del Instituto
Nacional de Salud, ha contribuido al conocimiento de patologías
tropicales presentes en el país como la enfermedad de Chagas, la
leishmaniasis, la giardiosis y la malaria. Uno de sus éxitos más
importantes ha sido con la oncocercosis, una infección tropical cuyos
niveles de infección han disminuido gracias a los tratamientos
suministrados por su equipo.
Perfil elaborado en marzo de 2005
Después de
arriesgadas expediciones por tierra, aire y mar en la Costa Pacífica
colombiana, Santiago Nicholls y un equipo de especialistas,
consiguieron disminuir prácticamente a cero los casos humanos de
oncocercosis en la vereda Naicioná, del municipio López de Micay, en el
2004.
La virtud de ese logro es que se libra a Colombia de una
enfermedad que ocasiona severas afecciones visuales y que está presente
en 37 países del mundo, con más de 17 millones de infectados y 270 mil
individuos ciegos por sus efectos.
La oncocercosis es apenas
una de las tantas entidades tropicales que Santiago Nicholls y su grupo
de parasitología del Instituto Nacional de Salud abordan desde la
década del ochenta a lo largo y ancho del país. En su lista también se
encuentran la enfermedad de Chagas, la leishmaniosis cutánea, el
parasitismo intestinal, la malaria, la giardiosis y la cisticercosis.
{* title=Galeno explorador}
Galeno explorador
Este
osado científico de 45 años, llegó a la medicina en busca de una
disciplina que le permitiera conjugar práctica con investigación y,
desde luego, con aventura, como lo evidencian sus múltiples viajes a
algunos de los lugares más inhóspitos de Colombia. El propósito
de los mismos es recoger muestras de piel o de sangre que le den pistas
sobre las patologías que estudia.
Quizás el trabajo de
campo y la experiencia del internado en Villavicencio, fueron los
caminos que lo condujeron a la parasitología. "Durante ese tiempo vi
muchas patologías tropicales y continué acercándome a ellas durante en
el año rural en el Instituto Nacional de Salud". En dicha entidad del
Estado, y bajo la orientación del doctor Augusto Corredor Arjona, se
metió de lleno con términos como flebotomino (mosquito vector) o
destrucción ulcerativa, relacionados con la leishmaniosis.
Tiempo
después, en un proyecto conjunto entre el Instituto y la Universidad de
Yale (Estados Unidos), dirigido por el Dr. Corredor, intentaba
identificar las cepas de Leishmania circulantes en Colombia,
principalmente a partir de pacientes, de reservorios animales y de
insectos vectores. "Veíamos alrededor de 120 o 150 pacientes al año
entre los departamentos de Santander y Cundinamarca; les hacíamos
exámenes, les suministrábamos el tratamiento y elaboramos un mapa con
la distribución de las cepas causantes de la enfermedad en Colombia".
Su
interés por el tema de las enfermedades tropicales fue tal que, en
1986, al poco tiempo de haberse vinculado al Instituto, viajó en
comisión de estudios a Inglaterra para realizar una maestría en
parasitología médica y obtener un diploma en medicina tropical e
higiene becado por el Consejo Británico.
A su regreso
incursionó en la investigación de otras enfermedades, con trabajos que
lo llevarían a suceder al doctor Corredor en la dirección del Grupo de
Parasitología del Instituto Nacional de Salud y a vincularse como
catedrático de la Universidad Nacional de Colombia en el Departamento
de Salud Pública.
{* title=Entre logros y obstáculos}
Entre logros y obstáculos
La
enfermedad de Chagas es una de las patologías a las que más esfuerzos
le ha dedicado el profesor Santiago Nicholls. Llegó a ella en 1999, con
un proyecto financiado por la Organización Mundial de la Salud, para
estudiar la frecuencia de infección en niños escolares de Tolima, Meta,
Magdalena y la Guajira. "Ahí examinamos cerca de ocho mil muestras".
Luego,
en el año 2002, en conjunto con la Universidad de Los Andes, la
investigación se extendió a Boyacá, donde los científicos implementaron
la primera experiencia piloto de tratamiento con un medicamento sobre
el cual no había datos en Colombia: el benzonidazol. "Hicimos un
trabajo muy bonito en Chitaraque, San José de Pare y en Moniquirá con
48 niños y lo interesante fue que logramos examinar a 36 de ellos seis
meses después de haberles dado el medicamento y 34 ya estaban negativos
frente a la enfermedad".
Paradójicamente,
aunque reconoce que el presupuesto para investigación es reducido, el
principal inconveniente que Nicholls encuentra para el desarrollo de su
labor no es el poco dinero, sino los problemas de orden público, pues
las enfermedades tropicales se encuentran asentadas en zonas de
influencia guerrillera o paramilitar, lo cual dificulta
considerablemente el trabajo de campo.
Por ejemplo, ir a López
de Micay, para tratar a los afrodescendientes que padecen la
oncocercosis, le implicó a los investigadores averiguar primero cuál
era la situación de la zona para determinar el riesgo de la visita. "Si
era peligroso, no quedaba otro camino que abstenerse de viajar",
comenta el especialista, quien además señala que este era el único
municipio donde había registros de la enfermedad. Con las demás
patologías queda siempre la alternativa de buscar otros lugares donde
prevalezcan.
{* title=Huellas indelebles}
Huellas indelebles
La labor del
Instituto Nacional de Salud con la oncocercosis desde 1995 le valió al
grupo de Parasitología que lidera el profesor Nicholls una mención de
honor en el VII Premio de la Academia Nacional de Medicina-Rhone
Poulenc Rorer en 1996, además de otorgarle a Colombia la honrosa
posibilidad de ser el primer país del mundo certificado como libre de
la enfermedad. Dicha meta podría alcanzarse hacia el final de la
presente década si el programa de control continúa como hasta ahora,
sin interrupciones.
A ello hay que añadir el segundo lugar en
el Premio Nacional de Medicina 2003 y en el 2001; el primer puesto en
la categoría de investigación básica durante el VI Congreso Colombiano
de Enfermedades Infecciosas, organizado por la Asociación Colombiana de
Infectología en el 2003; y estar entre los diez primeros puestos del
Premio al mejor trabajo de investigación científica de la Sociedad
Colombiana de Pediatría, Regional Valle del Cauca (1999).
Aunque
su actividad favorita es el trabajo de campo (sale entre cuatro y cinco
veces al año), sus jornadas transcurren también como organizador de
congresos en su disciplina, jurado de tesis de pregrado y de postgrado
de universidades como la Nacional y la Pontificia Javeriana, par
académico reconocido por Colciencias, evaluador de artículos para
revistas científicas nacionales y coeditor de Biomédica, la revista del
Instituto Nacional de Salud.
En su tiempo
libre se dedica a otras cosas. Su sensibilidad artística lo acerca
inevitablemente a la buena poesía, a las novelas y a la música, en la
que no obstante se confiesa poco ortodoxo, pues su espectro de gustos
va desde la clásica hasta el rock, pasando por el vallenato.
En
su opinión, en Colombia hay muy buenos grupos de investigación en
enfermedades tropicales, entre los que destacan los de ciudades como
Cali, Medellín, Bucaramanga, Armenia y Bogotá. Sin embargo, reconoce
que esas patologías tienen una gran complejidad frente a la que el país
aún no ha podido responder, pues afectan a gente muy pobre que se
encuentra en zonas donde no hay presencia estatal y tienden a
agudizarse cada vez más con el conflicto armado.
Nicholls y los
suyos, entre tanto, se esfuerzan por aportar desde el aula y el
laboratorio resultados que dejen cada vez más huellas. Tal vez algún
día, al triunfo con la oncocercosis puedan seguirle otros con la
enfermedad de Chagas o la leishmaniosis. Mientras tanto, los
científicos seguirán analizando las patologías a lo largo y ancho del
país motivados por una pasión científica que tiene mucho de amor a su
patria.