Los innumerables análisis sobre las estructuras sociopolíticas
colombianas, algunos temas jurídicos y su infatigable carrera como
maestro, han convertido a Eduardo Umaña Luna en uno de los
intelectuales y humanistas más importantes del país. Sus disertaciones
magistrales sobre Derechos Humanos han dejado una marca indeleble en la
academia colombiana.
Perfil elaborado en noviembre de 2003Nacido
en 1931 en Bogotá, Eduardo Umaña Luna enfrentó una infancia marcada por
el abandono, la soledad y la tristeza. Desde cuando era un niño que
deambulaba por las calles -escapando de los colegios donde la educación
se impartía a golpes- y dormía solo en cuartos de alquiler, vivió en
carne propia los efectos de la violencia, la desigualdad y la
injusticia que han definido durante siglos las estructuras sociales de
nuestro país. Una época que recuerda marcada por el desorden.
"No
era propiamente un gamín...no sé cuál sería mi posición social ante el
mundo desde un punto de vista sociológico. Yo tenía todo pero no tenía
nada. No tenía padre pero era el hijo de un hombre notable que terminó
dominando al Senado de la República. Tenía una casa pero no tenía casa.
Tenía familia sin tener familia. Para mí hubiera sido mejor ser un
gamín de los comunes y corrientes, que no poseen nada y que, por esa
misma circunstancia, tienen una definición ante la vida. Mi vida era la
indefinición total, la indecisión, la ambigüedad".
Las
difíciles circunstancias de su niñez y adolescencia repercutieron
radicalmente en su visión de las contradicciones de nuestra sociedad y
del ser humano. A partir de sus vivencias se fueron perfilando los
principales temas de su obra jurídica y sociológica, aun sin intuir
planteamiento alguno del derecho, la lucha de clases o las relaciones
de poder. También fue consolidando su característica vehemencia para
defender la dignidad humana, la libertad y la conciencia individual.
{* title=Duda metódica}
Duda metódicaEl
paso del caos al orden ocurrió cuando la abuela, quien se hacía cargo
de su crianza, logró que lo recibieran en la Academia Militar del
Instituto Politécnico de Bogotá. Durante la estadía en ese lugar, sin
entender muy bien el porqué, se dio cuenta de que su camino sería el de
la actividad intelectual. "Nadie me lo dijo, nadie me hizo una
observación o me ofreció un estímulo o un castigo, deduje que mi futuro
estaba en el estudio".
Había decidido hacer su propia
vida y, cuando terminó el bachillerato en otro colegio diferente,
ingresó a la Universidad Nacional de Colombia. Se matriculó primero en
la carrera de ingeniería, pero al año se dio cuenta de que no era lo
suyo. Se cambió entonces al Instituto de Ciencias Económicas de la
Facultad de Derecho que recién se había inaugurado y donde las clases
de Antonio García, por ejemplo, le impresionaron especialmente.
Hacia
1948 el estudiantado se dividió debido a problemas ideológicos. "Los de
la aparente izquierda nos fuimos a otras universidades". Siguió la
carrera de derecho en la Universidad Externado de Colombia, al tiempo
que trabajaba como locutor de noticias en la Radio Nacional. Para ese
entonces ya llevaba dos años de casado con Chely, con quien ha
compartido toda su vida.
Al poco tiempo lo removieron de
ese cargo y fue nombrado como secretario del poeta Eduardo Carranza en
la Biblioteca Nacional, puesto que ocupó durante cinco años y donde
estuvo cerca de intelectuales como Rafael Maya, Luis Vidales, Arnoldo
Palacios y León de Greiff. Pese a haber ascendido a subdirector, quiso
ejercer su profesión y renunció. "Era para mí el ambiente ideal, pero
cometí el error de buscar contactos para ser abogado".
De
maestros como Darío Echandía, Gerardo Molina o Ricardo Hinestrosa,
recuerda que "eran buenos orientadores o desorientadores, porque a
veces uno forma mejor desorientando que orientando. Desde entonces soy
amigo de la paradoja, del contraste. No considero que haya verdades:
hay dudas. Uno es dubitativo, esa es su esencia". Por eso, nunca ha
dejado de cuestionar su origen ni la razón de ser de los métodos y
prácticas del derecho.
{* title=Testimonio enfático}
Testimonio enfático<
Con
su tesis sobre el "Memorial de Agravios" de Camilo Torres Tenorio
comenzó, en 1952, una larga carrera que hoy supera los 30 libros
publicados, el más reciente de 2003:
Camilo y el nuevo humanismo. Paz con justicia social.
"Sé que muchos de ellos no le merecen a los comentaristas de prensa ni
un solo artículo, y que muchas veces pasan inadvertidos en la
universidad, pero persisto porque considero que para mí es importante
dejar un testimonio claro y enfático de lo que fueron mis ideas, mi
trabajo, mi vida".
En obras ya clásicas como
La violencia en Colombia de 1962 (coautoría con Orlando Fals Borda y Germán Guzmán Campos) o
La familia en la estructura político-jurídica colombiana
de 1973, propuso "una rebelión contra el viejo país". Luego vinieron
los libros escritos entre 1974 y 1982, que giran en torno a su cátedra
de Derechos Humanos y que señalan su cercanía al marxismo y al
pensamiento liberal.
Entre 1982 y 1991 analizó, a
partir de la "Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos" y
del "nuevo humanismo" que promulgaba Camilo Torres Restrepo, los
aspectos históricos, económicos, políticos y sociológicos de la crisis
social colombiana. Desde entonces volvió su mirada a sí mismo para
preguntarse por su procedencia y su destino, lo que hizo de la familia
el tema central de esa nueva etapa de trabajos como
La familia colombiana, una estructura en crisis y
La universalidad científica en la familia colombiana de 2001.
Por
su producción, ha sido distinguido como Jurista Emérito del Colegio de
Abogados de Bogotá, "Primer Investigador en Colombia" y "Maestro de
Maestros" por parte de la Universidad Nacional de Colombia, entre otras
menciones. En el año 2000 la Asociación Colombiana para el Avance de la
Ciencia le otorgó el Premio al Mérito Científico en la categoría Vida y
Obra, y publicó el libro de memorias
Eduardo Umaña Luna. Un hombre, una vida, un país, al cuidado del periodista Fernando Garavito.
{* title=Docencia sin dogmas}
Docencia sin dogmas
Siempre
ha ejercido su carrera como profesor universitario sin dogmatismos y
abierto a la confrontación, fiel a las características con las que se
define a sí mismo: libre pensador, agnóstico y materialista de
izquierda.
Poco a poco reemplazó su trabajo como abogado
por las clases en las universidades Nacional de Colombia, Libre y
Externado. En la primera, fue cofundador de la Facultad de Sociología
con Orlando Fals Borda y Camilo Torres Restrepo, colegas y amigos a
quienes rinde una profunda admiración.
En la práctica
profesional se había concentrado en la defensa de presos políticos en
consejos verbales de guerra y en causas que no le brindaban mayor
lucro. "Si el derecho le sirve a gente que necesita ayuda, en cualquier
sentido, se encuentra una bella disciplina", señala.
Además,
durante los ocho años que se desempeñó como fiscal de un juzgado
superior de Bogotá, conoció comportamientos criminales que le revelaron
complejas facetas de la psicología humana. Todo ello agregaba más
motivos a sus reflexiones sobre el derecho, así como aumentaba el
escepticismo hacia el ejercicio de una profesión que hoy ve como "un
instrumento de dominación del grupo político que tenga el poder".
Sus
disertaciones magistrales sobre Derechos Humanos y el papel de la
universidad pública como centro de debate y de culto a la vida, han
dejado una marca indeleble en la academia colombiana. "La actividad
social de la gente de universidad debe ser total y radicalmente ajena a
toda actitud de conformismos con la injusticia social, la desigualdad
económica y la opresión intelectual", afirma en un texto para su
cátedra de Introducción al Derecho y a la Ciencia Política, que dicta a
los estudiantes de primeros semestres en la Universidad Nacional de
Colombia.
Alejado del "ruido y de la farsa social"
transcurren sus días en el estudio, rodeado de innumerables libros de
derecho, sociología, historia, psicología y literatura. "Fui un niño
solitario, fui un joven solitario, fui un adulto solitario, soy un
viejo solitario", concluye este lúcido humanista, siempre abierto a la
conversación amigable y en quien vida y obra se han conjugado en una
única experiencia.