Publicado, 21-11-2005
Eduardo Sarmiento Palacio, docente de la Escuela Colombiana de
Ingenieros, pudo ser contestario pero se convirtió en uno de los
economistas más destacados de Colombia. Su deseo por una sociedad justa
e igualitaria, ese que hoy mantiene como su anhelo y su sueño, fue el
mismo que lo llevó a estudiar la "ciencia que analiza la administración
prudente y recta de recursos, bienes y servicios mediante la
producción, distribución y consumo.
Perfil elaborado en octubre de 2005
Aunque
nació en una familia acaudalada el 22 de febrero de 1940, la influencia
intelectual que lo rodeó, le permitió formar un criterio analítico para
aproximarse desde niño a las diferentes circunstancias de la vida. En
medio de carpetas, papeles encima del escritorio y una pequeña
biblioteca que conforman su oficina en la Escuela Colombiana de
Ingenieros, Eduardo Sarmiento Palacio, recuerda su infancia, sus años
de universidad y el transcurrir de su vida independiente por la cual no
ha sido Ministro de Estado.
Su niñez estuvo marcada por
la violencia de la Segunda Guerra Mundial que empató con el Bogotazo,
producto de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán; por eso sus recuerdos de
infante lo conducen a imágenes atroces. "Como niño fui de cierta manera
un observador de las atrocidades de la guerra con la condescendencia de
las sociedades. Lo que usted oía era ‘Hitler debe hacer esto, los
ingleses deben hacer esto, Winston Churchill debe hacer esto', pero
todo dentro de un espíritu de guerra, de destrucción", recuerda,
mientras sus ojos verdes se pierden por un momento en el infinito, en
la película del pasado que trae como referentes muertes y armas.
Pero
rápidamente vuelve al tema de la academia, como si fuera siempre el eje
en el que gira su vida y mediante el cual ha tratado de resolver sus
inquietudes. Desde pequeño trató de explicarse el porqué de la
clasificación entre buenos y malos, definidos de nacimiento por la
misma sociedad que ha llevado a la confrontación de la humanidad. "No
entiendo eso y finalmente voy encontrando que puede haber otro tipo de
sociedades, en la que todos puedan convivir, en la que las ventajas de
unos se transfieran a los otros, que las injusticias de alguna manera
se puedan corregir".
Con ese pensamiento, que lo llevó a
ser contestatario y rebelde, se graduó de bachiller en el Liceo de
Cervantes e ingresó a la Universidad Nacional de Colombia a estudiar
Ingeniería Civil. "Preferí la Nacional a los Andes o la Javeriana
porque creo que la sociedad está mal y no encuentro razonable la
discriminación social. Voy advirtiendo que las sociedades segregadas,
concentradas, no avanzan, que probablemente lo mejor es un lugar que le
da oportunidades a todo el mundo. Eso me lleva a buscar una cierta
cercanía con las mayorías, ya sea a través de la universidad o de los
escritos".
Tal vez ese pensamiento lo construyó gracias a
la influencia de sus tíos, especialmente de Alfonso Palacio Rudas,
hermano de su madre, con quien realizaba frecuentemente tertulias. "Si
bien son personas que vienen de los altos niveles sociales, en la
práctica mantienen una posición independiente. De Alfonso Palacios
Rudas todo el mundo decía cuando él tenía 25 años que iba a ser
Presidente de la República, lo escogieron para todos los cargos pero
finalmente no llegó a la presidencia porque era una persona
independiente que mantuvo grandes controversias y polémicas con los
poderosos del estamento," afirma orgulloso, como si hubiera querido
emularlo.
Esa cercanía con el conocimiento le permitió
desde niño leer los clásicos, ser un gran seguidor de los
acontecimientos del país y construir una interpretación propia de los
hechos.
{* title=Ingeniero por azar, economista por gusto}
Ingeniero por azar, economista por gusto
En
la Universidad Nacional corroboró su ideal de igualdad. Conoció a
Camilo Torres Restrepo y a muchos otros líderes estudiantiles con
pensamientos similares a los suyos, pero no llegó a formar parte de
movimientos subversivos por su pensamiento pacifista. "Estoy convencido
que la izquierda tenía un mayor campo de acción, o por lo menos más
constructiva, en el enfrentamiento intelectual y desde luego allí yo
tenía una ventaja, el hecho de venir de un grupo alto me concedía un
cierto espacio dentro de la sociedad así tuviera ideas distintas",
asegura con la certeza de haber escogido correctamente.
A
los 23 años logró el título de ingeniero, una profesión que estudió por
su buena disposición para las matemáticas y porque era lo que los
buenos estudiantes de la época hacían. Pero necesitaba que su
pensamiento social se pudiera plasmar y hacer tangible, por lo que
decidió estudiar otra carrera.
"Me identifiqué con la
Nacional, fui representante estudiantil pese a venir de una clase alta
y muchas veces tuve posiciones contestatarias, pero descubro que
necesito ir a una disciplina mucho más social". Optó por la economía,
sin embargo, empezó a descubrir una ciencia sesgada que si bien tiene
diferentes escuelas, cada vez tiende más hacia sistemas que dan ventaja
a los grupos predominantes.
"Entonces estudio con mucho
cuidado los principios fundamentales. Entro a observar cómo se organiza
el mundo y encuentro que hay una ciencia dura que da grandes elementos
pero que también en su desarrollo tiende a favorecer sociedades que en
el fondo no son equitativas y que muchos de los principios están
sesgados porque conducen a la concentración o a las injusticias".
Desde
esa época comenzó a construir perspectivas y postulados alternativos,
advirtiendo por ejemplo que los principios de la ventaja comparativa
del libre mercado o las teorías de la libertad económica, en el fondo
constituyen caminos o medios para mantener la concentración y ampliar
las desigualdades.
{* title=Profeta económico}
Profeta económico
Sus
buenos resultados académicos le permitieron postularse a una beca en la
Universidad de Minnesota (Estados Unidos), donde fue el primer
latinoamericano en obtener una doctorado y en tiempo récord. "Me fui a
una universidad con ciertas tendencias liberales pero con una gran
orientación hacia las matemáticas. Me ubiqué bien, llegué y de entrada
apliqué a los cursos de doctorado. Pasé de una y a los dos años ya
tenía todos los requisitos para el doctorado, lo que no era usual, de
manera que en tres años ya lo había logrado", afirma orgulloso con una
risa de satisfacción mientras frota sus manos.
La tesis
que realizó fue un trabajo de economía matemática aplicada a los
servicios públicos, a la electricidad y al medio ambiente, cuyo punto
de partida fue su experiencia como ingeniero de diseño de la Empresa de
Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, donde trabajó desde noviembre de
1963 hasta junio de 1965.
Y aunque había llamado la
atención en Minnesota y le habían ofrecido varios trabajos, decidió
regresar a Colombia seguro de poder aplicar sus conocimientos a los
objetivos sociales. Tan pronto llegó, Álvaro López Toro, rector de la
Universidad de Los Andes, lo invitó a participar como profesor asociado
de esa institución. Sin embargo, allí no duró mucho pues seis meses
después Roberto Arenas, entonces director del Departamento de
Planeación Nacional (DPN), le ofreció dirigir la Unidad de Programación
Global.
"Me llama Arenas y me dice que me quiere en
Planeación y me da el tiempo para hacer investigación. ¡Mentiras!
Llegué y a los 8 días estaba empapelado de presiones para resolver
problemas. Lo acepté porque me aproximaba a la realidad, me daba la
oportunidad de aplicar algunos de los conceptos que estaba estudiando".
En
Planeación trabajó de la mano con el economista canadiense Lauchin
Currie, asesor del DPN y con quien diseñó el Plan de las Cuatro
Estrategias del gobierno de Misael Pastrana Borrero. Desde allí impulsó
el desarrollo de la construcción y contribuyó para implementar el
conocido UPAC (Unidad de Poder Adquisitivo Constante), sistema que tuvo
sus orígenes en Brasil y que en 1972 sirvió para el desarrollo de la
vivienda en Colombia. Uno de sus principales objetivos era mantener el
poder adquisitivo de la moneda y ofrecer una solución a quienes
necesitaran tomar un crédito hipotecario de largo plazo.
Hoy,
cuando el Upac desapareció y se reemplazó por la UVR (Unidad de Valor
Real Constante), creada por el Congreso de la República en 1999 para
ajustar el valor de los créditos en el tiempo de acuerdo con el costo
de vida del país, cree que su defunción se debió a la liberalización
del sector financiero. Por eso ahora insiste en que lo aconsejable es
que la tasa de interés a los usuarios sea del 6% para el promedio y no
más de 2% para vivienda de interés social.
{* title=Apertura económica y TLC}
Apertura económica y TLC
"En 1989 aparece un libro mío que se llama Nuevos desafíos del desarrollo,
que fue premio Alejandro Ángel Escobar. Allí digo que tengo la solución
para la economía colombiana que es el modelo de los Tigres Asiáticos
que han crecido al 10% y Colombia lo puede hacer si eleva la tasa de
ahorro a 30% y hace una gran movilización de los recursos para
propiciar un gran desarrollo basado en la industria".
Su
teoría no era otra que tener una regulación financiera y garantizar que
el ahorro se destinara a la inversión productiva, es decir a sectores
estratégicos donde Colombia fuera competitiva. "Lo mismo que habían
hecho Japón, Corea y Taiwán. Cuando esta última hizo su desarrollo
industrial era igual a Colombia, pero para eso no podemos tener una
economía libre, las importaciones deben ir a una serie de sectores
estratégicos, al igual que la inversión extranjera. Si lo hacemos,
vamos a doblar cada dos años el ingreso per cápita de manera que en 20
años lograríamos el nivel de los países del sur de Europa", asegura.
Pero
mientras salía su publicación, el Gobierno Nacional autorizó la
liberación financiera y de importaciones, haciendo caso al teorema de
ventaja comparativa según el cual los países se deben especializar en
aquellos productos que puede elaborar a los menores costos relativos.
"El
problema es que Colombia tiene ventaja comparativa en una serie de
productos rudimentarios que produce todo el mundo y no tienen demanda
mundial: agricultura comercial, maquila y actividades industriales
intensivas en mano de obra. Entonces si nosotros hacemos la apertura
nos van a llenar de bienes industriales y agrícolas elaborados a
menores costos en el exterior y nos vamos a llenar de productos de
importaciones industriales sin tener como compensación una expansión de
la agricultura tropical y de la maquila de bienes finales".
Ese
postulado que defendió a capa y espada a comienzos de la década de los
90 es el mismo que ahora esgrime para advertir de los posibles peligros
de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos porque "el
hecho de que se produzcan bienes baratos no quiere decir que los
coloca".
Después de 40 años de ejercicio económico
Eduardo Sarmiento Palacio cree que ha logrado el objetivo, que no aró
en el desierto ni remó en el mar para demostrar que sus postulados y
teorías son aplicables para llegar a una sociedad más justa e
igualitaria.