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Científicos colombianos en el área de Matemáticas y Ciencias Naturales

Eduardo Posada Flórez

Publicado, 15-08-2006

La producción literaria de Julio Verne lo inició en la ciencia. Físico de la Universidad de Lausana, en Suiza, donde sacó su doctorado, desde hace más de dos décadas, Eduardo Posada Flórez se dedica a promover la actividad científica y tecnológica de Colombia.

Eduardo Posada Flórez
Perfil elaborado en julio de 2006

Cuando tenía ocho años cayó en sus manos un ejemplar de La Isla Misteriosa, de Julio Verne. Inmediatamente trató de fabricar nitroglicerina. “La receta estaba en el libro”, recuerda el físico Eduardo Posada Flórez, como si fuera ayer. Se sonríe, levanta la cabeza como para tomar impulso y continúa: “todavía no se por qué, pero no funcionó. Probablemente los ingredientes no tenían la calidad o la concentración del caso”.

Posada gozaba haciendo experimentos, sobre todo en química, “cosas que hicieran manifestaciones extrañas”. Sus padres lo apoyaban, y su abuela le acolitaba sus ocurrencias. Fue ella quien le cosió un talego impermeable que Posada quería utilizar como balsa para botarse por el río Magdalena y llegar hasta el Caribe. Tampoco lo logró, pero en este caso la culpa fue de la abuela: el talego no funcionó a pesar de sus instrucciones.

Tenía su propio laboratorio en una casita que había construido en el jardín de su casa, y como también le gustaba la electricidad, la había dotado con sistema de alarma y teléfono. Todo construido con material desechable y reactivos comprados en la droguería de la esquina. El único que veía algo de riesgo en las actividades de su sobrino era uno de sus tíos. “Decía que yo era capaz de volar la manzana entera con mis experimentos”.

{* title=Física aplicada a la industria}
Física aplicada a la industria

Al terminar la secundaria viajó a Suiza, con la intención de estudiar ingeniería, pero allí cambió de idea: estudiaría física en la Universidad de Lausana con énfasis en física experimental más que en la teórica, dado su interés por ingeniarse nuevos instrumentos y aparatos, y su habilidad con las manos para fabricarlos. “Me metí a trabajar en bajas temperaturas y en superconductividad que fue el campo en el cual hice el trabajo de doctorado”.

Una vez con su grado le ofrecieron encargarse de la planta de criogénesis del Instituto de Física de su universidad, donde no solamente hizo los trabajos propios de su cargo, sino que tuvo la responsabilidad de adquirir nuevos equipos, rejuvenecer su laboratorio y montar las nuevas instalaciones de criogénesis en un edificio que habían construido especialmente para el Instituto de Física. Tenía carta blanca para hacer las inversiones que juzgara necesario. “Me divertí muchísimo. Allá me acostumbré muy mal porque tanto la administración, como la abundancia de recursos eran enormes. Realmente tuve a mi disposición todo lo que necesitaba, con una agilidad administrativa ultrarrápida y altamente eficiente”.

Vivió en Suiza unos diez años y se hubiese quedado, de no ser porque le ofrecieron trabajo en el Laboratorio de Investigaciones en Química del Café, de la Federación Nacional de Cafeteros, con sede en Bogotá, aunque buena parte de sus responsabilidades estaban en Chinchiná, Caldas, donde se había montado la Fábrica de Café Liofilizado.

La gran enseñanza de su paso por la Federación es haber aprendido a aplicar los conocimientos científicos a las problemáticas y desafíos de la industria. “Si bien yo era bastante orientado hacia la aplicación, nunca había trabajado en la industria. Mi tarea era apoyar a la gente de la fábrica pues el proceso tiene mucha física. Allí fue donde aprendí a responder a los requerimientos de una industria, cosa que no es trivial para nada”.

Por aquella época también lo tentó la academia. El Departamento de Física de la Universidad Nacional de Colombia tenía un licuador de helio que no estaba funcionando y lo llamaron para que lo pusiera a andar. Desde entonces se vinculó como profesor de tiempo parcial, también con el compromiso de trabajar en superconductividad, montar un equipo de física de bajas temperaturas y terminar de poner a punto los laboratorios.

Extrañaba las facilidades que había tenido en Suiza. “Las condiciones para investigación allí son bastante favorables. Es un país con una infraestructura técnica muy sólida, que invierte grandes sumas en investigación porque sabe que ahí es donde está su valor agregado y su capacidad de competir”.

A pesar de las difíciles condiciones en Colombia, luego del descubrimiento de nuevos materiales superconductores cerámicos en IBM de Suiza, su grupo de investigación en la Nacional fue el primero en hacerlos en Colombia, lo que les mereció el Premio Alejandro Ángel Escobar.

{* title=Múltiples facetas}
Múltiples facetas


Como si fueran pocas las responsabilidades adquiridas, también se vinculó a la Sociedad Colombiana de Física, donde lo nombraron vicepresidente, y luego a la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia, A.C.A.C., en cuya presidencia ya lleva casi 20 años. Más tarde se unió a la idea de crear un Centro Internacional de Física, que impulsaba su colega Galileo Violini desde años atrás, inspirados en la labor de Abdus Salam, premio Nóbel de Física 1979, quien desde que obtuvo ese reconocimiento inició la promoción de la ciencia en América Latina. Querían hacer algo parecido al Centro de Física de Trieste, empezando por dictar cursos.

El entonces director de Colciencias, Pedro Amaya, apoyó esta propuesta y se creó el CIF con sede en el campus de la Universidad Nacional. “Empezamos a pensar no tanto en hacer cursos sino investigación. Así nació el laboratorio de biofísica y todo lo que vino después para consolidarlo como un centro de investigación y desarrollo tecnológico”.

Ya eran varias las camisetas que tenía puestas Posada y desde entonces se le ve apurado, liderando reuniones, despachando desde sus diferentes oficinas, tomando decisiones, visitando empresarios, políticos y en general tomadores de decisión, promoviendo la ciencia y la tecnología en el país. “Ya no estoy haciendo investigación”, confiesa. Cambió la física de bajas temperaturas por la promoción de la ciencia y la tecnología, a través de actividades que estimulen el interés de todos los colombianos y los decida a subirse al tren de la cultura científica.

A comienzos de la década de los noventa dejó la Federación, siguió con sus cátedras en la Nacional, pero se dedicó de lleno a la A.C.A.C., al CIF y a la naciente Maloka, centro interactivo de ciencia y tecnología. “Me tocó empezar a buscar y generar proyectos, y a meterme más en temas políticos y de administración”.

Uno podría decir que Eduardo Posada ha sido pionero en dos aspectos: en la física de bajas temperaturas y en la promoción de la política científica. “A veces siento un poco no haberme podido dedicar mas al tema de los materiales superconductores, porque de haber podido perseverar más, es probable que hubiéramos logrado cosas interesantes”, dice. “Lo que pasa es que si uno realmente quiere hacer un trabajo de frontera en un área determinada le tiene que dedicar tiempo completo”.

{* title=Gran promotor de la ciencia}
Gran promotor de la ciencia


Una de las realizaciones que más lo satisface es su aporte y el impulso que le dio a la que luego se convirtió en la Ley de Ciencia y Tecnología, la Ley 29 de 1990. Así mismo, todo el camino recorrido para lograr hacer una realidad a Maloka, y tener andando y con proyectos al CIF. “Yo creo que está descollando en su producción tanto científica como tecnológica, y que hemos logrado crear un espacio para estos temas”.

Recuerda además su paso por la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, también llamada Misión de Sabios, en 1993, cuyas conclusiones y recomendaciones sobre la financiación de la ciencia y la tecnología, la apropiación social del conocimiento, la generación de una cultura científica en la ciudadanía colombiana, entre otros temas clave, han permitido que la política de ciencia y tecnología del país madure.

Desde la A.C.A.C, Posada no duda que ha dejado huella. Su interés por la educación de niños y jóvenes y el estímulo para generar en ellos vocaciones científicas se ha plasmado en muchas de las actividades que ha promovido desde la Asociación, como las Expociencias y Maloka.



“Las expociencias ya están muy institucionalizadas, la gente lee nuestra revista Innovación y Ciencia, los políticos ya empiezan a hablar de la importancia de la ciencia, incluso en el Congreso. Yo creo que el balance general es que sí han ocurrido cosas, aunque no al ritmo que a mi me hubiera gustado”.

Su meta es consolidar estos tres hijos, Maloka, A.C.A.C. y el CIF. Su reto es con la industria, a la que quisiera ver “mucho más dinámica y de mucho más nivel tecnológico, para que el país de verdad empiece a descollar”. Posada cree que el país tiene una gran capacidad humana, pero que al sector industrial le falta decisión a la hora de invertir en Investigación y Desarrollo, para volverse más competitivo. “La industria dice que invierte en I&D pero realmente lo que hace es comprar computadores o máquinas. Hay un abismo en la pura consultoría y lo que es desarrollo tecnológico e innovación”.

Ya no cree más en documentos, propuestas, diagnósticos, evaluaciones o planes de desarrollo, sino en hechos concretos. “Yo he llegado a la conclusión de que para convencer que si se pueden hacer las cosas, hay que hacerlas, y demostrar con ejemplos concretos que si se puede competir con éxito”. Así, desde el CIF nació Teclaser, una empresa que ofrece servicios de corte de precisión con láser, aplicable a todo tipo de industria “con muy buenos resultados”, de acuerdo con Posada. “Todo el que tenga que cortar con forma rara, tiene un espacio ahí”. También ha incursionado en una industria de liofilización de frutas y otra de hologramas. “El espíritu es demostrar que uno si puede crear empresas con alto contenido tecnológico en el país, y lograr que sean rentables”.

El sector político colombiano ha sido menos difícil de convencer, aunque todavía el camino por recorrer es largo y pedregoso. Muy cercano a la generación de políticas científicas en el país, siempre tiene un asiento en los debates y discusiones para fomentar la ciencia y la innovación tecnológica colombianas, es además promotor de innumerables reuniones, encuentros, congresos en los que se sacude el tema de la ciencia. En varias ocasiones ha sonado para director de Colciencias pero ese cargo no lo desvela. Prefiere seguir saltando matones, corriendo de aquí para allá, buscando financiación, tratando de convencer, promoviendo políticas para el desarrollo del país. “Yo creo que desde el sector privado se pueden hacer muchas mas cosas. La ventaja es que se tiene más libertad de acción y de expresión y muchos menos compromisos y por tanto se puede uno mover de una manera mucho más libre. Eso es importante. Ese espacio no lo quiero perder. Pero yo creo que desde afuera uno puede hacer mucho para apoyar al gobierno, para fomentar la ciencia y la tecnología”.

Ya en su casa, le baja el ritmo a su actividad, aunque su mente sigue funcionando. Y desde allí está también muy pendiente de los tres hijos que tuvo de su matrimonio con Monique, una matemática suiza, y que hoy están fuera del país. Juan, PhD en ecofisiología tropical, actualmente vinculado a un centro de investigación en Montreal, desarrolla un proyecto en la isla de Gorgona, razón por la cual viaja mucho y está largos períodos en Colombia. Andrés, con un PhD en biofísica, trabaja en la Universidad de Ginebra en temas relacionados con ciencias cognitivas y psicología; y Miguel es administrador de empresas y trabaja en Nestlé, con sede en Suiza.

Con esa energía que lo caracteriza y su entrenamiento para hacer varias actividades al mismo tiempo, recuerda de nuevo su infancia y agradece que ni la nitroglicerina ni la balsa le hubiera funcionado. Aún le queda mucho por empujar.

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