Publicado, 30-11--0001
Hernando Ariza, físico de la Universidad del Quindío y director del
Instituto Interdisciplinario de las Ciencias de esa institución, cree
firmemente en los jóvenes talentos colombianos y en la constancia como
única vía para una rigurosa formación científica. En la actualidad
realiza trabajos en el área de la optoelectrónica y en la ciencia de
los nuevos materiales.
Perfil elaborado en enero de 2006
La multitud se había congregado en la plaza de La Tebaida (Quindío)
para escuchar al cantante Olimpo Cárdenas, que era el invitado de algún
político para amenizar una jornada proselitista. En medio de la
multitud estaba un niño llamado Hernando Ariza, que en ese entonces tenía 10 años, acompañado por su madre. Cautivado por la feria
que se había formado alrededor del acto público, en un instante el
pequeño se perdió entre la gente y se fue a mirar los objetos que los
comerciantes exhibían.
El niño dio con un vendedor de libros usados y entre el desordenado
montón de textos encontró, como si fuera un objeto mágico y revelador,
un viejo ejemplar de geometría cuyos dibujos lo atraparon de inmediato.
La madre angustiada buscó a su hijo hasta que lo encontró con el libro entre las manos. Hernando, que ya lo había
negociado, insistió a su madre para que se lo comprara y así lo hizo.
50 años después, aún conserva el libro como una reliquia.
Proveniente de Santander, la familia Ariza se había establecido en la
zona rural de La Tebaida y tras la temprana muerte del padre, la madre
había quedado a cargo de los hijos. Desde los primeros años de escuela,
Hernando demostró su interés por el estudio y facilidad para las
matemáticas; sin embargo su sueño era ser médico pues le fascinaba la
imagen y el respeto social que inspiraba la figura del doctor. "Se le
veía como a una persona ‘salvadora' y eso me parecía muy interesante".
En esa época el grado máximo de educación que ofrecían las escuelas en
el campo era tercero de primaria, pero la insistencia del joven
Hernando por seguir estudiando hizo que la madre tomara la decisión de
trasladar a su familia a la ciudad, donde sus hijos tuvieran más
oportunidades de educación.
Fue así como se trasladaron a Quimbaya y posteriormente a Armenia,
donde Hernando completó el bachillerato, aún con la idea de llegar a
ser médico algún día. Sin embargo, las circunstancias de la vida lo
fueron llevando por otros caminos. Su sueño infantil se fue diluyendo en otras perspectivas de vida y orientó su gran capacidad intelectual hacia la física.
Ingresó a la Universidad del Quindío en 1967 para formarse como
licenciado en matemáticas y física, cuando este centro educativo
contaba con 300 estudiantes aproximadamente y apenas tenía unos seis
años de haber sido creada. Desde entonces, esta universidad se
convirtió para Hernando Ariza en parte esencial de su vida, al punto
que lleva 34 años vinculado a ella como profesor de tiempo completo y
ha ocupado diferentes cargos como director de física, decano de
ciencias y hasta rector encargado. No hay duda de que la academia es
otra de sus pasiones más profundas.
{* title=El científico no nace, se hace}
El científico no nace, se hace
Para Ariza es claro que "un científico no nace, sino que se forma
gracias a ambientes que sean propicios para desarrollar sus
facultades". Así lo ha comprobado en su vida y por eso transmite a sus
estudiantes la importancia de la constancia y la dedicación para lograr
en los ámbitos académicos las metas que cada uno se trace.
"A lo mejor, si mi madre no me hubiera hecho caso de pronto seguiríamos
en la finca y mi destino hubiera sido otro, pero las circunstancias me
ayudaron a labrar mi vocación por la ciencia y por la enseñanza",
afirma Ariza, quien fundó hace 10 años el Instituto Interdisciplinario
de las Ciencias de la Universidad del Quindío.
"Tal vez como científico no se gana mucho dinero pero tener la
capacidad de discernir y de buscar su propio camino es lo más feliz que
le puede ocurrir a uno, además, la ciencia me ha permitido conocer
muchas personas, otras culturas e idiosincrasias". Su preparación como
físico, que incluye estudios de maestría, doctorado y postdoctorado
realizados en el Centro Internacional de Física Teórica de Trieste
(Italia) y el Instituto Politécnico Nacional de México, lo ha
consolidado como uno de los especialistas en el país en temas como la
optoelectrónica y la física del estado sólido.
Como cabeza del Grupo de Optoelectrónica (que hace parte del Instituto
que dirige), Ariza orienta estudios en sistemas que, como los láser, se
utilizan hoy para realizar procedimientos como la tomografía
computarizada o la resonancia magnética nuclear para detectar
enfermedades o practicar cirugías. Gracias a estos estudios también es
posible desarrollar dispositivos para detectar y emitir luz. En estos
años de trabajo, se han consolidado líneas de investigación para la
fabricación de materiales semiconductores y la caracterización óptica,
térmica y magnética de algunos de estos materiales.
La historia del grupo se remonta a 1989, cuando Ariza le propuso a
Colciencias la realización de un macroproyecto en optoelectrónica. Para
consolidarlo y conseguir la financiación necesaria, trabajó con su
amigo, el físico Pedro Prieto de la Universidad del Valle, haciendo
varios trabajos en conjunto para unir esfuerzos entre las regiones y
conseguir el apoyo
estatal.
Así se consolidaron los trabajos del grupo, único en Colombia en esta
especialidad, los cuales han quedado reflejados en más de 60 artículos
publicados en revistas de reconocido prestigio nacional e
internacional, y en la participación del equipo en más de 70 eventos
del mismo carácter.
La labor científica del doctor Ariza al frente del Instituto
Interdisciplinario de las Ciencias la ha combinado con sus gestiones
administrativas en la Universidad del Quindío, en Colciencias como
Consejero del Programa Nacional de Ciencias Básicas (1996-1998), en la
Sociedad Colombiana de Física en calidad de presidente (2001-2005) y
como Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Ciencias
Físicas, Exactas y Naturales, así como miembro del Consejo Directivo
del Centro Latinoamericano de Física con sede en Río de Janeiro (desde
el 2003).
{* title=Voz y voto de la ciencia}
Voz y voto de la ciencia
Una de las tareas en las que más se empeña el doctor Ariza es en la
formación de jóvenes científicos porque para él crear las condiciones
apropiadas para estimular talentos es una prioridad.
"Hoy en día formar un científico consolidado en nuestro país tarda
entre 20 y 25 años, mientras que en un país desarrollado puede
demorarse entre 12 y 15, entendiendo como ‘científico consolidado' una
persona con la capacidad de formular proyectos de innovación científica
y tecnológica, abordar los límites del saber en un área determinada y
con la capacidad de generar nuevos conocimientos".
Además de contar con el acceso a la información, los laboratorios y la
financiación, Ariza considera que para los jóvenes investigadores un
importante componente de formación es el trabajo hombro a hombro con
científicos experimentados para desarrollar ampliamente su sensibilidad
y su percepción. De ahí que no escatime esfuerzos en dar todo de sí a
sus estudiantes para animarlos a seguir adelante.
Para el investigador, el capital humano de Colombia es incalculable y
siempre ha estado convencido de que gracias al potencial de las
personas en el país es posible realizar grandes cosas. Por eso en 1988,
luego de hacer sus estudios de postdoctorado, no dudó en regresar a la
Universidad del Quindio para crear y aportar al desarrollo de su región
y de su país.
"Hace falta que la clase política vea la importancia que tiene invertir
en innovación científica y tecnológica, y también socializar más el
conocimiento porque hay que mostrar que la ciencia no es una cosa de
‘genios' sino de personas que se han formado durante mucho tiempo para
crear soluciones a problemas reales y cotidianos".
En ese sentido, también opina que la comunidad científica y las
universidades, en especial las públicas, deben ser protagonistas y
tener más voz y voto en la elaboración de las políticas sobre ciencia y
tecnología del Estado. "Hay que terminar ese divorcio entre política y
ciencia", afirma, "y la universidad está llamada a jugar ese papel
porque es el paradigma de la cultura, la ciencia, y la ética, y porque
son polos de desarrollo para las regiones y para el país; no pueden
volverse fortines burocráticos ni clientelistas. En un mundo
globalizado las universidades deben formar en valores y con fuertes
fundamentos científicos".
Hace 50 años, el destino puso en las manos de Hernando Ariza el tesoro
de las matemáticas cifrado en un viejo libro; hoy, él sigue
compartiendo generosamente su fascinación por la ciencia con los más
jóvenes, con la misma convicción y entusiasmo que lo guiaron en el
camino de su propia formación.