Publicado, 01-08-2005
María Cristina Ferro es una eminente entomóloga del Instituto Nacional
de Salud, especialista en los mosquitos que transmiten la leishmaniasis
y otras patologías endémicas de las zonas tropicales. Su satisfacción
profesional más grande ha sido encontrar en Colombia una nueva especie,
bautizada en su honor como Lutzomyia Ferroae, como aporte a la
parasitología y la medicina tropical.
Perfil elaborado en Julio de 2005
Desde muy niña
María Cristina Ferro sintió un profundo interés por los insectos y
mantuvo la firme convicción de averiguar todo sobre la biología y
morfología de estos pequeños seres. En Madrid, España, donde vivió su
adolescencia y cursó sus estudios de bachillerato, adquirió una
colección de mariposas de seda. La inhabilidad de esta especie para
volar le permitió mantenerlas escondidas de sus padres, ocultas en un
cajón de su habitación.
El vínculo con el universo entomológico
y el contacto directo con la naturaleza se ha mantenido y cada día es
más fuerte. Así lo comprueba cuando enseña y habla con fluidez de las
colonias de insectos que durante años ha estudiado en trabajos de campo
y en los laboratorios del Instituto Nacional de Salud (INS).
Uno de los aportes científicos más significativos de esta mujer colombiana fue haber encontrado una variedad del mosquito Lutzomyia,
en la zona de Arboledas, departamento de Norte de Santander. De estos
dípteros (insectos con dos alas) existen más de 137 especies, de las
cuales siete han sido identificados como vectores de la leishmaniasis
en el país. La nueva especie fue bautizada en su honor con el nombre de
Lutzomyia ferroae.
{* title=Vuelo de parásitos}
Vuelo de parásitos
En
1969, cuando aún era estudiante de microbiología en la Universidad de
Los Andes en Bogotá, ingresó al INS como practicante. Ese fue el primer
paso para cumplir una de las metas que se había propuesto. Su desempeño
en este organismo público le permitió acceder a una beca patrocinada
por el Consejo Británico de Bogotá para realizar una maestría en
parasitología médica en la Escuela de Medicina Tropical de Londres, en
1976, en la que profundizó en temas de protozoología, helmintología y
entomología, clave para sus investigaciones futuras.
En
Inglaterra continuó sus estudios sobre enfermedades transmitidas por
insectos vectores, entre las que se destaca la encefalitis equina
venezolana de la cual se registraron varias epidemias en la década del
70 en el territorio colombiano. Esta situación motivó a la doctora
Ferro a estudiar los vectores enzoóticos de esta patología en el
Magdalena medio colombiano.
En
estos casos, la entomología es fundamental pues es una disciplina que
estudia los insectos que transmiten la enfermedad y su comportamiento.
Las observaciones permiten conocer mejor los factores que pueden llevar
al contagio de estas enfermedades, pues se trata de patologías que
desarrollan parte de sus ciclos de vida en artrópodos y también en
roedores que sirven como reservorios de la infección. La encefalitis
equina venezolana, por ejemplo, afecta a los humanos y a los equinos,
es originaria de América, presenta altos índices de morbilidad y
letalidad y se mantiene naturalmente en focos enzoóticos de las selvas
tropicales y las regiones pantanosas.
"El vector es como un
avión que lleva los agentes que causan la enfermedad de un lugar a otro
y a medida que aterriza, pica y deja a los parásitos que lleva como
pasajeros, estos entran en la corriente sanguínea o en la piel de cada
víctima", explica la doctora Ferro. "Requiere de una temperatura y
condiciones internas del organismo que permitan la evolución del
parásito y la aparición de los síntomas respectivos".
{* title=El implacable Latzomyia}
El implacable Lutzomyia
Los
avances en sus estudios la condujeron a explorar qué ocurría con otros
males endémicos, como la leishmaniasis. Esta enfermedad por ejemplo, se
genera por un parásito protozoario llamado Leishmania Chagasi
que afecta generalmente a los animales y al hombre. En años pasados, la
enfermedad era silvestre y los humanos se infectaban cuando entraban a
los sitios selváticos donde estaba circulando el parásito; hoy en día,
la dinámica de transmisión está cambiando y la enfermedad se transmite
también en ambientes domésticos. Las epidemias que se han registrado en
Colombia en los últimos años tienen esta modalidad.
El término
leishmaniasis designa un grupo de enfermedades. Uno es la leishmaniasis
cutánea que es la más frecuente en el país (965 de los casos) y que se
presenta en forma de úlceras con borde elevado sobre la zona afectada,
especialmente las extremidades y el rostro. La de tipo visceral genera
anemia, fiebres y pérdida de peso, entre otros síntomas.
Los mosquitos hembra son los que transmiten la enfermedad y se conocen como flebótomos, pertenecen al género Lutzomyia,
y se pueden clasificar en tres clases: los zoofílicos, que pican a
animales, los antropofílicos, que consumen sangre humana, y los que
toman de ambos o antropozoofílicos. Estos últimos son los que
intercambian enfermedades entre animales y humanos, dándole otro matiz
al hallazgo del insecto transmisor y a la ubicación de la enfermedad.
Además los vectores pueden encontrarse en los cinco continentes, pero
los síntomas varían de un lugar a otro. Es así como se han detectado
casos en zonas del Mediterráneo, en países como Italia y España, a
causa de la humedad. Ubicarlo a tiempo permite ejercer controles de
salubridad oportunos.
Identificar
tales agentes transportadores requiere de un trabajo que combina las
observaciones en el laboratorio con el trabajo de campo, para observar
con precisión su ciclo gonotrófico, que es el tiempo que transcurre
desde que el insecto hembra ingiera la sangre hasta que deposita los
huevos en un huésped para inocular finalmente la enfermedad.
En casos como el del Lutzomyia,
los insectos hembras pican para tomar sangre frecuentemente, cada cinco
o seis días, dependiendo de la especie; en otras enfermedades, como el
mal de Chagas, los insectos, en este caso machos y hembras, pueden
durar periodos más largos sin tomar sangre, hasta de seis meses.
{* title=Los mosquitos del éxito}
Los mosquitos del éxito
Reconocer sin problema las 137 especies de Lutzomyia
presentes en el país y haber estudiado estas especies le han dado a la
doctora Ferro reconocimiento nacional e internacional. Fue en 1987
cuando se concretó su máximo aporte, con el cual se inmortalizó su
apellido para los registros de la ciencia: el hallazgo del Lutzomyia
Ferroae. Este ocurrió cuando hacía parte del grupo de trabajo que
recolectó varios ejemplares machos y hembras de esa especie que
reposaban en el hueco de una piedra. Esta variedad se reconoce gracias
a estudios genéticos y morfológicos que revelan características que lo
diferencian de las demás especies de flebótomos.
La descripción de esta especie y en general los estudios realizados tanto con especies del género Lutzomyia
como con los vectores enzoóticos de encefalitis equina venezolana,
mosquitos del subgénero Melanoconio, llena de orgullo a esta mujer
colombiana. Más allá de las medallas y las condecoraciones, para ella
el mayor galardón posible es conseguir aportes concretos a su
disciplina.
Además, afirma que su satisfacción más grande es
haber conocido y trabajado junto a los investigadores más importantes
en el mundo en su campo profesional. No duda en asegurar que las
últimas décadas han sido determinantes en el estudio de las
enfermedades vectoriales debido al respaldo del Estado colombiano para
seguir adelante e implementar los resultados científicos en las
políticas de salud pública en el país.
Sin embargo, una
disposición del gobierno que entró en vigencia a partir del 2003,
obligó a muchos investigadores colombianos a jubilarse debido a que ya
cumplían la edad requerida por la ley. Entre ellos se encuentra la
doctora Maria Cristina Ferro, quien seguirá aportando toda su vitalidad
y energía en la asesoría a los investigadores más jóvenes del INS para
que sigan dejando el alto el nombre de Colombia.