Publicado, 03-12-2003
Entre el ayer y las plantas ha transcurrido la vida intelectual de Santiago Díaz-Piedrahita, un académico integral que combina las humanidades con las ciencias para devolverle al país el saber de los naturalistas del siglo XIX. En su papel de editor ha promovido la publicación de más de 60 libros y hace 17 años lidera la Revista de la
Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Perfil elaborado en noviembre de 2003
Desde
1783 y durante 33 años, José Celestino Mutis y un buen número de
científicos e ilustradores adelantaron el que para entonces era el
proyecto investigativo más ambicioso de la Nueva Granada: la Real
Expedición Botánica. El saber sobre la flora nacional, obtenido en
innumerables travesías por una geografía agreste, se plasmó en cientos
de informes científicos y láminas, la mayor parte de los cuales, a
pesar de su importancia, se quedaron sin publicar. Hoy se encuentran
disponibles para su consulta en el Jardín Botánico de Madrid en España.
Uno
de los intelectuales que con su producción académica ha logrado
rescatar el legado de Mutis y sus discípulos para el país, es Santiago
Díaz-Piedrahita, actual presidente de la Academia Colombiana de
Historia. Durante más de 30 años ha itinerado entre las plantas
disecadas del herbario y los documentos históricos, para reconstruir y
adaptar a las necesidades actuales la obra que el sabio dejó en torno a
la flora neogranadina.
Labor que sumada a sus investigaciones de sistemática vegetal (clasificación taxonómica) sobre las asteráceas,
plantas de la familia de la margarita y el girasol, se tradujo en el
Premio al Mérito Científico de la Asociación Colombiana para el Avance
de la Ciencia (ACAC), en la categoría Vida y Obra, que le fue otorgado
el 15 de octubre de 2003.
Botánico de la Universidad Nacional
-en la que se desempeñó como docente, decano de la Facultad de Ciencias
y director del Instituto de Ciencias Naturales-; director de
publicaciones de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales; y miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la
Real Academia de la Historia de España, Santiago Díaz es uno de los
grandes eruditos del país, que desde el pasado buscan construir un
saber que sustente el futuro de las nuevas generaciones.
{* title=Investigación biodiversa}
Investigación biodiversa
Como
todos los especialistas en sistemática vegetal, se confiesa deslumbrado
por la belleza de las láminas de la Expedición Botánica. A estas se
acercó por primera vez para analizar su potencial diagnóstico, es
decir, la posibilidad de estudiar a partir de ellas los órganos
sexuales de las plantas y sus características generales para
identificar si se trata de orquídeas o compuestas, las dos familias más
grandes que hay en la naturaleza.
A partir de dicha inquietud
coincidieron en su vida la historia y la botánica, pues el tema, además
de acercarlo al segundo grupo de plantas, en el que se especializó por
consejo del maestro Luis Eduardo Mora Osejo -uno de los biólogos más
reconocidos del país-, lo conduciría directo a la figura de Francisco
Javier Matís, el tercer dibujante de la Expedición, sobre el que
escribiría una obra histórica en el 2000.
En los años 80, la
publicación de los hallazgos de José Celestino Mutis se reactivó luego
de décadas de haberse mantenido estancada y a Díaz le fue encomendada
la labor de catalogar y analizar la información relacionada con las
sinantéreas, el grupo natural al cual pertenecen las compuestas. Debió
entonces trasladarse al Jardín Botánico de Madrid, donde tuvo que
comenzar por organizar y hacer montar en cartulinas gran parte de los
ejemplares de herbario, que aún se encontraban guardados en paquetes y
sin estudiar, pues los especialistas ibéricos se habían ocupado
principalmente de las láminas.
En sus largas jornadas de trabajo descubrió la existencia de un texto
que se reseñaba en los documentos de archivo como El cuaderno de los
florones.
Al parecer era la clave para determinar la forma como Mutis y sus
hombres habían llevado a cabo la clasificación de la flora neogranadina.
Cuan
grande sería su sorpresa al hallar una serie de notas sueltas que
coincidían con esa descripción y que se referían al material de
herbario y a las láminas elaboradas por Mutis. El cruce de los dibujos
diagnósticos con los análisis hechos por Mutis y las plantas disecadas,
le permitió descifrar la metodología sistemática que utilizaron los
científicos de la Expedición. Un dato que había permanecido oculto
hasta 1999, cuando se publicó la investigación.
Las compuestas
de Mutis han desvelado a Santiago Díaz por años, ya se publicaron cinco
tomos ilustrados en gran formato, financiados por el Jardín Botánico de
Madrid y el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional,
y están en proceso dos más. A estos se une su trabajo botánico con José
Cuatrecasas, catalán que se convirtió en un hito por haber estudiado la
flora colombiana durante varias décadas y haber definido las
formaciones vegetales del país.
Con él se dedicó al análisis de algunos géneros de asteráceas y se centró en particular en la tribu Senecioneae
y las especies del género Pentacalia, un abundante grupo de plantas que
crecen en el bosque y el páramo, cuyas flores amarillas, aunque menos
vistosas que las de los frailejones, suelen robarse la atención de los
excursionistas.
Para ese estudio los botánicos se reunieron en
el Herbario Nacional de Estados Unidos, donde se encuentra la colección
más grande del mundo de asteráceas tropicales. Como producto de su
labor identificaron 20 nuevas especies, sumadas a las 80 conocidas para
Colombia. En sus palabras ese estudio monográfico es el trabajo más
grande y difícil que ha emprendido. Todavía hoy, luego de cuatro años
de culminado, sigue arrojando sorpresas.
{* title=Historiador de la flora}
Historiador de la flora
En
su propósito de reconstruir la metodología con la que se describió la
flora patria durante el siglo XIX, Santiago Díaz-Piedrahita se internó
en la sección de Libros raros y curiosos de la Biblioteca Nacional para
analizar la correspondencia cruzada entre José Jerónimo Triana,
botánico encargado de la Comisión Corográfica y responsable de la
primera clasificación de las láminas de Mutis, y Jules Emile Planchon,
con quien adelantó importantes trabajos de sistemática vegetal.
Para
ello el investigador contó con la colaboración de la historiadora
Alicia Lourteig, que revisó los originales de las cartas en Francia.
Esa información y la contenida en el archivo personal de Triana, bajo
custodia de su nieta de 88 años y que luego pasaría a la Academia
Colombiana de Ciencias, le permitió dar forma a Génesis de una flora, texto que publicó en 1989.
Con
el tiempo saldrían a la luz otras obras sobre las conferencias del
botánico, una biografía para la Serie Juvenil de Colciencias y un
perfil para la Biblioteca Breve del Fondo FEN Colombia, que daba cuenta
de la vida multifacética del naturalista.
Pero José Jerónimo
Triana, en opinión de Díaz el botánico decimonónico más serio y de
talla internacional del país, no ha sido el único personaje que ha
llamado la atención de este historiador de la ciencia. Fray Diego
García, el primer zoólogo vinculado a la Expedición Botánica entre 1884
y 1887, fue una razón de peso para volver a los archivos en 1992, esta
vez en compañía del padre Luis Carlos Mantilla.
Con
este historiador adelantaría a su vez una investigación sobre la
terapeútica en el Nuevo Reino de Granada a partir de un recetario
franciscano del siglo XVIII; el primero del que se haya tenido noticias
en Colombia, adaptado de textos europeos como el Dioscórides, que los
mediterráneos usaron durante mucho tiempo para curarse.
Luego de 30 años de combinar la historia con la botánica, Santiago
Díaz-Piedrahita, el autor de Las hojas de las plantas como envoltura de
alimentos
-libro que lo hizo famoso en 1980- distribuye su tiempo entre la
dirección de la Academia Colombiana de Historia, las investigaciones
biológicas, la lectura de crónicas de viajes de los siglos XVII y XVIII
y la apreciación de oberturas de ópera y música barroca.
A sus
59 años se precia de haber hecho aportes significativos al conocimiento
de la historia científica del país y espera que así como su principal
preocupación fue retomar los conocimientos de Mutis, Caldas y Triana en
provecho de los actuales botánicos, la de sus discípulos sea crear una
escuela que continúe con su labor.