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Mónica Medina

Publicado, 07-12-2009

Una caleña en Merced (California), luego de pasar por Woods Hole, (Mass), Miami, (Fla), y Panamá, ya lleva casi 20 años trabajando en evolución, astrobiología y biología de corales. La historia de una ruta trazada con mucho esfuerzo para dedicarse a la investigación científica.

Mónica Medina

 

Perfil elaborado en diciembre de 2009

 

Mónica Medina es de las personas que le gusta aventurar, seguir los caminos de lo desconocido y escudriñar de qué está hecho, cómo es el ambiente, porqué así y no de otra manera, cuál es la explicación, y qué relación tiene con otras realidades y otras teorías.

Desde que empezó a leer con juicio mucha literatura, ya entrando a la adolescencia, y luego de tener alguna influencia de los documentales de Cousteau, y de otros programas de televisión que mostraban los mundos más allá de lo conocido, le describió a su padre lo que quería hacer ‘cuando grande’. Algo así como investigación, -sin saber muy bien a qué se enfrentaría pues en su familia no había investigadores científicos-, algo como relacionado con biología, con la estructura de los seres vivos. Su padre la interpretó: investigación en genética y le facilitó el camino: la institución educativa, la Universidad de los Andes, y el tutor, Hugo Hoenisberg.

Mónica se había criado en Cali y aunque no le asustaba viajar a la capital a iniciar sus estudios, poco conocía de lo que le esperaba: soledad, tres veces sin billetera porque se la sacaban de la mochila en el bus, varios cambios de residencia. Tenía 16 años, era la mayor de los tres hijos, y muy buena en esgrima, deporte al que se había aficionado desde que estaba en el colegio.

Quizá en el fondo de su alma lo que quería estudiar era biología marina, pero bueno, en la biología a secas ‘no había sangre’, como si en la medicina, su papá era ginecólogo y en algún momento pensó en seguir sus pasos. Así que se presentó a biología, pasó y siempre habría espacio y tiempo para hacer un postgrado a medida que fuera enfocando sus preguntas científicas y definiendo sus líneas de investigación.

Mónica ha sido beneficiaria de varias becas en su vida, ha recibido también jugosos ‘grants’ para realizar sus investigaciones y ha ganado algunos premios como el Presidential Early Career Award for Science and Engineering que recibió de mano del entonces presidente George Bush en 2008. Ese le parece el más prestigioso, pero el que más la emociona es el George Brown Award que recibió en 2007. “Es el menos conocido, pero es un premio que otorga el CONACYT de México y la Universidad de California a proyectos bilaterales. El comité se reúne y evalúa los proyectos binacionales y escoge uno que representa más el espíritu de cooperación entre EEUU y México, en cuanto a transferencia de conocimiento. Son dos mil dólares, es algo simbólico, pero fue muy gratificante porque ni siquiera sabíamos que existía el premio y que estábamos siendo considerados. Ese me gusta mucho”.

Las casualidades intelectuales la llevaron al amor

Pese a que una de sus pasiones es la evolución, confiesa que le cuesta trabajo leer a Darwin. Pero tiene la solución en casa. Su marido ha leído todo Darwin, en todas las ediciones “y sabe en qué pagina cambió en cada edición, entonces por osmosis sé mucho de Darwin, no tengo que leerme el libro”.

Él es francés. Lo conoció en Paris. “Yo estaba atendiendo una conferencia y fui a la biblioteca del Museo de Historia Natural pues estaba interesada en cosas que tenían que ver mucho con taxonomía y sistemática de moluscos. Quise mirar las ediciones originales de los libros de científicos como Cuvier y de Lamarck y de otros muchos más que estudiaban estos organismos y justamente el que yo quería él lo tenía en la mano. Los dos nos sorprendimos mucho, él más que yo. Era una biblioteca del laboratorio de sistemática de invertebrados, todos se conocían, y él estudiaba un grupo muy cercano al mío. Ahí nos conocimos pero no fuimos pareja sino hasta mucho tiempo después cuando nos volvimos a encontrar aquí en EEUU en otra biblioteca -él es un comelibros- y ahí fue cuando ya empezamos a salir”.

Mónica extraña Colombia a pesar de que –o justamente porque- lleva viviendo en Estados Unidos desde 1992. Más ahora que tiene dos hijas pequeñas. Pero visita a Cali de vez en cuando, y se reúne con una familia muy numerosa, llena de tíos, primos y sobrinos.

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