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Científicos colombianos en el área de Matemáticas y Ciencias Naturales

Enrique Forero

Publicado, 04-03-2003

Posicionar a los botánicos latinoamericanos, especialmente a los colombianos, en el mundo ha sido una de las grandes obsesiones del profesor Enrique Forero de la Universidad Nacional. Ese propósito le ha tomado más de 30 años y lo ha llevado a ocupar algunos de los cargos más altos en las instituciones de investigación de su campo.

Enrique Forero
Perfil elaborado en enero de 2003

Aunque el profesor Enrique Forero asegura que no pertenece al grupo de los que nacieron científicos, su pasión por la botánica se hizo evidente desde temprana edad, cuando le hacía las tareas de herbario a los compañeros de colegio a cambio de los problemas de física.

El maestro Luis Eduardo Mora Osejo -uno de los padres de la botánica nacional, que falleció a finales del 2003- lo recordaba como uno de los investigadores en ciencias naturales más importantes que ha tenido el país, debido a los esfuerzos que emprendió en la década de los ochenta para que los herbarios de la región trabajaran en equipo y por haber ocupado un lugar destacado en los jardines botánicos de Missouri y Nueva York, dos de los más reputados del globo.

Con 62 años de edad y una amplia hoja de vida, el hombre de mirada segura y voz cálida, recuerda con orgullo las que fueron las épocas más agitadas de su vida. Todo comenzó el día que cansado de hacer disecciones de animales en el trabajo de auxiliar docente del Departamento de Biología de la Universidad Nacional de Colombia se acercó al botánico Álvaro Fernández para que le permitiera profundizar en el campo vegetal.

Las palabras que el maestro le diría a Forero las repetiría éste con el tiempo a estudiantes como Luz Mila Quiñones, actual profesora de la Universidad de los Llanos: "aquí están mi oficina, mi biblioteca y mis conocimientos, aprovéchelos". Al poco tiempo de asesorarlo y darse cuenta de la disciplina y el rigor que lo caracterizan, Álvaro Fernández, que investigaba en orquídeas, le aconsejó que se hiciera especialista en leguminosas (de la familia del haba, el fríjol y la lenteja), pues se trataba del segundo grupo en importancia después de las gramíneas (de la familia del arroz, la avena y la cebada).

Durante meses hizo todo lo posible para enviarlo al exterior y, finalmente, en enero de 1967, Ghillean T. Prance, del Jardín Botánico de Nueva York, lo recibió en Manaos (Brasil), para que tres meses después de coleccionar plantas con él en la frontera con Venezuela iniciara sus estudios de doctorado en Estados Unidos completamente becado.

{* title=Flora adentro}
Flora adentro

Un quinquenio en el Jardín Botánico de Nueva York y la Universidad de la misma ciudad analizando las Connaraceas (plantas venenosas empleadas con fines mágico-religiosos) fue suficiente para entender lo importante que Colombia era desde el punto de vista de su diversidad biológica en Norteamérica y en el resto del mundo, y las dificultades de comunicación que, no obstante, se presentaban con los científicos patrios.

Por esa razón, cuando regresó en 1972 al Instituto de Ciencias Naturales y Álvaro Fernández -quien ocupaba el cargo de director- lo nombró jefe del Herbario Nacional Colombiano, Forero lideró diversos proyectos tendientes a mejorar la imagen de la entidad, a ofrecer más servicios a la comunidad botánica y a adquirir tecnología de punta.

El logro más visible fue la sistematización de los 120.000 ejemplares de colección, entre ellos los correspondientes a las especies en peligro, una iniciativa que para 1973 puso al Herbario a la par con su homólogo en la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos) y del Instituto de Investigaciones en Recursos Bióticos de Jalapa (México), los dos primeros en llevar las descripciones vegetales al computador.

Paralelamente, el profesor Forero coleccionaba las plantas del Chocó con Alwyn Gentry, del Jardín Botánico de Missouri, en uno de los primeros proyectos investigativos que pretendían abordar regiones completas del país. Los 13 años que duró el trabajo de campo sirvieron para que con la flora recogida otros estudiosos describieran cerca de 150 especies nuevas para la ciencia. 

Hasta 1977, Enrique Forero trabajaba día y noche para el Herbario Nacional Colombiano y gracias al fortalecimiento de la institución adquiría fama en el exterior. La experiencia profesional en ascenso facilitó que se candidatizara a la beca posdoctoral John Simon Guggenheim y se marchara de regreso a Estados Unidos para terminar la descripción de los cinco géneros y más de 100 especies de Connaraceas de América tropical que había iniciado una década atrás.

En los años posteriores, el propósito de demostrar que los latinoamericanos estaban en la capacidad de competirle intelectualmente a los demás botánicos lo llevó a establecer contactos para tejer redes de conocimiento. Una de ellas sería la Asociación Latinoamericana de Botánica, creada durante el IV Congreso Latinoamericano que él organizó en Medellín en 1986. Presidiría la organización durante los primeros cuatro años de fundada y mantendría informados a sus integrantes a través de un boletín especializado que todavía edita, pues es un comunicador innato.

{* title=Carrera directiva}
Carrera directiva

Aunque todo indicaba que permanecería en el país, durante una de las reuniones que realizaba el Grupo Consultor para Plantas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Fondo Mundial de Vida Silvestre (WWF), del que hacía parte con las máximas autoridades del área, recibió de Peter Raven, del Jardín Botánico de Missouri, "la mejor propuesta que se le había hecho a latino alguno: ser el director de investigaciones del programa de botánica tropical más grande del mundo".

En ese cargo conoció lugares tan lejanos como Tanzania y Madagascar, mientras visitaba a los científicos de la institución residentes en esos países e intentaba mejorar la imagen de la misma ante las comunidades científicas locales. Pero, transcurridos cinco años, el anhelo de volver al folclor y la calidez de la gente brasileña que había conocido en 1967 lo conduciría al país de la samba, para internarse durante seis meses en el herbario del Centro Nacional de Recursos Genéticos en Brasilia.

En 1992, cuando parecía que su agitada vida tendría un descanso, el Jardín Botánico de Nueva York le ofreció la oportunidad de ser el primer director del Instituto de Botánica Sistemática; tres años después la propuesta vendría de la Universidad Nacional de Colombia para ser el director del Instituto de Ciencias Naturales y en cuestión de tres meses sería el rector Guillermo Páramo quien lo nombraría como decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia.

Quizá debido a esa trayectoria y a la pasión por el buen funcionamiento de las instituciones, el biólogo Santiago Díaz lo define como líder; el botánico Luis Eduardo Mora Osejo, como un profesional brillante, franco y disciplinado, y Mauricio García, su vicedecano, como un hombre trabajador, que se preocupa sinceramente por los problemas de quienes lo rodean y vibra con sus logros; además de ser el amigo más comprometido.

{* title=Lejos del protagonismo}
Lejos del protagonismo

Convencido de que hay que retirarse a tiempo, actualmente Enrique Forero desempeña un papel menos protagónico como encargado del Museo de Historia Natural del Instituto de Ciencias Naturales. La logística previa a cada una de las exposiciones la combina con el trabajo de herbario, la edición de la colección Flora de Colombia (en la que los especialistas más calificados del mundo escriben monografías de las plantas nacionales) y un proyecto en el que con seis estudiantes busca volver a las leguminosas para reunir la información de las especies colombianas, ya que se ha escrito muy poco sobre ellas, pero revisten una importancia económica grande para el país.

Sin embargo, a veces es imposible que rehuse a la adrenalina; de allí que hiciera parte del comité organizador del VIII Congreso Latinoamericano y II Colombiano de Botánica, que se realizó en Cartagena en octubre de 2002. A pocos meses de haberse pensionado, el mismo profesor que recibió el Premio de Excelencia Nacional en Ciencias de la Vida, otorgado por la Asociación de Exalumnos de la Universidad Nacional en 1990 y el reconocimiento como Botánico Ilustre y Fundador de la Asociación Latinoamericana de Botánica en 1998, aspira a continuar con lo que más le apasiona después de la biología: viajar.

Su itinerario reciente ha incluido una visita al Herbario Nacional de México, una breve estancia en República Dominicana para dictar un curso de nomenclatura botánica, reuniones en Europa y un paseo por Brasil. Finalmente estará un largo período en Estados Unidos, donde seguramente pondrá en práctica sus dotes de narrador, al contarle a su pequeño nieto las innumerables anécdotas que ha acumulado como taxónomo y administrador.

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