Publicado, 29-12-2003
La arquitectura trasciende lo material y formal para Alberto Saldarriaga Roa. Se trata, en esencia, de la vivencia cotidiana de los espacios y de cómo estos se vinculan con nuestras
ideas, cuerpo y emociones.
Perfil elaborado en noviembre de 2003
"Yo
no pensé en estudiar arquitectura. A la hora de la verdad fue una
decisión de última hora y casi intuitiva", cuenta entre risas Alberto
Saldarriaga Roa. En principio quiso ser músico y por eso ingresó al
entonces Conservatorio Nacional de Música, pero pronto las clases lo
desanimaron. Resolvió cambiarse a la Facultad de Ingeniería de la
Universidad Nacional de Colombia pero entró por distracción al edificio
de la Facultad de Artes. "Ahí me quedé estudiando algo que pasé varios
años sin entender muy bien qué era".
Uno de sus
mayores problemas como estudiante era el dolor que producían varias
incongruencias entre la docencia y el aprendizaje. "Tal vez lo que más
me molestaba era la incertidumbre del taller de diseño porque era como
apostar con los ojos cerrados: uno podía trabajar todo el semestre y el
día de la presentación un jurado destruía el proyecto". Impresiones
como esas le mostraron que era necesario transformar los métodos de
enseñanza de su profesión, tarea a la que ha dedicado parte de su vida.
Fue
gracias a maestros como Dicken Castro, Rogelio Salmona, Arturo Robledo
y Enrique Triana, entre otros, -a quienes recuerda especialmente por su
positiva influencia- que aclaró el sentido de su carrera. "Sobreviví a
la enseñanza y en vez de dedicarme a torturar alumnos como lo hicieron
con nosotros, me he preocupado por quitarle dolor al aprendizaje de la
arquitectura". Comprendió que en cuestiones de estética, aunque muchos
juicios son arbitrarios y no se rigen siempre por la lógica racional,
lo que debe prevalecer ante todo es la formación de una actitud
individual ante la creación artística y frente a la vida.
{* title=Entre academias}
Entre academias
Saldarriaga
comenzó en 1967 su carrera docente en el área de urbanismo en la
Universidad Nacional de Colombia, ya que un año antes había obtenido
una beca de la OEA para estudiar Vivienda y Planeamiento Urbano en el
Centro Interamericano de Vivienda de Bogotá (Cinva). Poco a poco se fue
vinculando a otras áreas del currículo, tales como la historia y el
diseño, hasta que en 1970 partió para la Universidad de Michigan becado
por la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID). Durante su
estadía en Estados Unidos participó en la realización de los primeros
planos de Arcosanti, ciudad utópica y prototípica diseñada por el
italiano Paolo Soleri y que desde entonces se construye en el desierto
de Arizona.
En 1971 volvió a Colombia
para retomar sus clases en la Nacional sin imaginar que en la
Universidad se vivía un clima de constante y radical agitación política
que interferiría directamente con las labores educativas. "Había una
especie de ‘comité de censura' por parte de algunos movimientos
revolucionarios de izquierda radicales que no permitía enseñar o
aplicar avances de los ingleses o de los estadounidenses porque los
tachaban de ‘imperialismo' y eso me aburrió."
La
tensa atmósfera lo hizo desistir en 1975 de la cátedra en la Nacional y
se fue para la Universidad de Los Andes, donde a la postre estuvo
vinculado por 16 años. Hacia 1979 comenzó a "renovar sus afectos" con
la Nacional y paulatinamente se reincorporó para tejer su carrera como
profesor de las dos academias. Entre tanto, en 1986 el Consejo
Británico le otorgó la beca de investigación Simón Bolívar para ir a
Londres al Bartlett School of Architecture.
De
regreso, la vinculación con la Nacional se hizo cada vez mayor al
encargársele la dirección del Archivo de Arquitectura del siglo XX del
Centro de Investigaciones Estéticas y la participación en la creación
de la Maestría en Historia y Teoría del Arte y la Arquitectura, de la
cual es coordinador académico desde 1988 y que considera como su centro
de actividad intelectual. Más adelante, en 1991 debió renunciar a Los
Andes para dedicarse tiempo completo a la universidad a la que una vez
había jurado no volver. En la Nacional ha sido distinguido como Maestro
Universitario y con la Orden Gerardo Molina.
{* title=Ramas cruzadas}
Ramas cruzadas
Uno
de los principales intereses de Alberto Saldarriaga como investigador
ha sido la vivienda rural en Colombia. En conjunto con Lorenzo Fonseca,
colega con quien creó el Centro de Estudios de Cultura y Medio
Ambiente, recorrió el país durante 15 años para hacer un inventario de
la arquitectura regional. Se levantaron más de mil planos y dibujos de
las casas con todas sus especificaciones. Una selección se publicó en
dos volúmenes titulados La arquitectura de la vivienda rural en Colombia
por parte de Colciencias. En 1990 este trabajo se suspendió por la
situación de orden público y por falta de recursos económicos.
Pese a ello, publicaciones como Arquitectura y cultura en Colombia de 1986, Arquitectura para todos los días de 1988 y Arquitectura fin de siglo
de 1994, entre muchas otras, dan cuenta de una prolífica y permanente
actividad de creación y reflexión en torno a un arte que considera tan
esencial como paradójico para el ser humano. Tampoco ha dejado de
escribir sobre la enseñanza de la arquitectura, el urbanismo y la
cultura ciudadana en Bogotá, reseñas y catálogos sobre el patrimonio
arquitectónico nacional, así como aportes para la historia de la
arquitectura en Colombia.
En este
último campo recientemente terminó una investigación acerca de Thomas
Reed, el arquitecto del Capitolio Nacional de Colombia, que le permitió
plantear las relaciones entre las construcciones neoclásicas y la
política. Ese trabajo le despertó el interés por otras edificaciones de
ese estilo, en particular siete teatros que aún están en pie, para
examinar los vínculos entre arquitectura y cultura a finales del siglo
XIX.
"Las líneas de investigación son como las
ramas que se cruzan entre árboles vecinos. De un tema surge otro que se
vuelve como una idea germinal que luego se desarrolla", concluye
Saldarriaga. Por sus escritos ha recibido varios premios en eventos
nacionales e internacionales, que lo hacen ser considerado como uno de
los más importantes conocedores de temas urbanos y de arquitectura en
Colombia y América Latina.
{* title=La arquitectura como experiencia}
La arquitectura como experiencia
Su más reciente libro, La arquitectura como experiencia,
es una provocativa suma de su pensamiento. En éste explora las
múltiples implicaciones emocionales y racionales de un arte del que, en
su opinión, nadie puede escapar, pues hace parte de la existencia
misma. Esta obra llama la atención de los arquitectos y del público
general sobre las relaciones que establecemos con los espacios que
transitamos cotidianamente y plantea en el fondo toda una "poética del
habitar".
"La experiencia sensible de la arquitectura
tiene que ver con el mundo interior de la persona, con sus fantasmas y
expectativas. No es posible imaginar una experiencia del mundo
construido en la que no intervengan los temores, prejuicios, ilusiones
y afectos de los individuos. No existen parámetros universales. Incluso
en medio de la masificación, cada uno es un sujeto", plantea en un
fragmento de su texto.
En su labor como profesor
seguirá inculcando la importancia de crear proyectos que provean, ante
todo, bienestar para la vida diaria de las personas, que respeten la
ciudad presente y futura, y que no irrumpan en el entorno. Continuará
comunicando su propia vivencia del habitar y de la arquitectura como
hecho que trasciende lo formal y lo físico para conjugar en los
espacios dimensiones y escalas humanas.