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Científicos en el área de Ciencias de la Salud

Gerzaín Rodríguez Toro

Publicado, 28-12-2003

El dominio de la tecnología en microscopía permitió a Gerzaín Rodríguez Toro indagar en el minúsculo mundo de los virus. Tres décadas dedicadas a la investigación de enfermedades como la lepra, la leishmaniasis y la fiebre amarilla hacen de él uno de los patólogos colombianos de mayor reconocimiento en el área.

Gerzaín Rodríguez Toro
Perfil elaborado en noviembre de 2003

El impacto que causó en Gerzaín Rodríguez Toro la muerte de su madre por cáncer, ocurrida cuando iniciaba la secundaria, lo motivó para ingresar en 1958 a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. Creía que al diagnosticar todas las enfermedades encontraría cómo curarlas. Hoy, luego de haberse jubilado del Instituto Nacional de Salud (INS), está satisfecho por la tarea cumplida y honrado por los reconocimientos recibidos, pero sabe que sus aportes son una pequeña contribución para realizar aquel sueño juvenil.

Hijo de una familia campesina de Villeta (Cundinamarca) obligada a migrar a Bogotá durante la violencia bipartidista de los años cuarenta, Gerzaín Rodríguez se ha convertido en un destacado patólogo en el país y en el exterior. De ello dan cuenta más de 120 publicaciones sobre dermatopatología y patología de las enfermedades infecciosas, así como los premios otorgados por instituciones como el Colegio Iberoamericano de Dermatología, la Sociedad Colombiana de Ciencias Biológicas y la Academia Nacional de Medicina.

Entre 1964 y 1965, tras obtener el título de médico cirujano, se desempeñó como residente de patología en el  Hospital San Juan de Dios, entonces fuerte bastión para la educación pública de la medicina en Colombia. Luego fue instructor de histología en la facultad de la cual egresó. Por aquella época viajó a la Northwestern University de Chicago para iniciarse en un campo inexplorado en Colombia: la microscopía electrónica. Gracias a esta es posible estudiar detalles muy finos en estructuras y componentes subcelulares o microorganismos tales como los virus, pero aún faltaban la tecnología y el personal para manejarla.

A su regreso en 1966, el doctor Rodríguez encontró un medio donde no podía ejercer con propiedad su especialidad pero en el que, por esa razón, había mucho que hacer. En 1969 se vinculó como investigador científico del área de patología en el Instituto Nacional de Salud, organismo estatal que aspiraba a montar un laboratorio que contara con los avances de la microscopía electrónica. Ello sólo se cristalizaría hasta 1976.

{* title=Las rutas de los virus}
Las rutas de los virus
Su especialización en microscopía electrónica le encaminó hacia las enfermedades infecciosas causadas por virus, tales como las diarreas, las verrugas, la rabia y otras encefalitis virales (inflamaciones de los órganos del sistema nervioso que están dentro del cráneo). En primera instancia, las revelaciones del sofisticado instrumento le permitieron a Rodríguez y al grupo de patología estudiar cómo el sarampión afectaba al sistema nervioso central. "Afortunadamente, esta enfermedad desapareció", señala.

Hacia 1975 su atención se centró en una patología conocida como epidermodisplasia verruciforme, cuyo origen viral comprobaron plenamente y de la cual había en ese entonces sólo seis enfermos en el país. "Se trata de una dolencia que se manifiesta a través de verrugas planas que están presentes desde la infancia y que con el tiempo y otros factores como la exposición al sol se vuelven cánceres en la piel, como lo demostraron investigaciones que se hacían en otros países".

Tras confirmarse que esta enfermedad producida por el papilomavirus podía devenir en cáncer, el norte de las investigaciones fue examinar un comportamiento similar de virus presentes en el cuello uterino y en los genitales externos masculinos y femeninos. A partir del modelo de comportamiento de la epidermodisplasia verruciforme se estableció que el cáncer de cuello uterino tiene orígenes en una enfermedad viral de transmisión sexual y que por tanto puede prevenirse e incluso desarrollársele una vacuna.

"En el hombre y en la mujer puede haber epidermodisplasia verruciforme, que son muchas verrugas en la cara, brazos o tronco y que nunca desaparecen". Ese trabajo, Verrugas humanas por virus Papova. Estudio clínico, histológico y ultraestructural, fue realizado con el dermatólogo Luis Alfredo Rueda y obtuvo en 1975 el premio Xavier Villanova del Colegio Iberoamericano de Dermatología.

A partir de las observaciones con el microscopio electrónico, el doctor Rodríguez pudo describir y comprobar por primera vez en Colombia la alta frecuencia de diarrea en los niños, producida por varios tipos de virus, confirmando descubrimientos previos adelantados en Australia a principios de los años setenta. Su investigación con otros especialistas del Instituto Nacional de Salud y del Hospital de la Misericordia de Bogotá, mereció el premio como mejor trabajo científico por parte de la Sociedad Colombiana de Ciencias Biológicas en 1977. "Aquellos virus no eran detectables entonces por técnicas distintas a la microscopía electrónica", puntualiza.

{* title=Diagnósticos vitales}
Diagnósticos vitales>
Otras investigaciones se han encaminado hacia patologías de alto impacto en Colombia, particularmente las infecciosas de la piel, como la leishmaniasis, la lepra, la lobomicosis y el pénfigo foliáceo endémico, que afecta gravemente a las poblaciones indígenas. Todo su trabajo lo ha desarrollado en el Laboratorio de Patología, que dirigió desde 1986. "La principal función que tenemos es la de diagnosticar las pruebas que nos envían de todo el país, sus variedades y determinar el estado del problema para tratarlo".

La lepra, por ejemplo, "es una enfermedad terrible si se deja avanzar sin diagnóstico, porque deforma, incapacita y genera rechazo social; pero si se detecta a tiempo es una mancha curable que no pasa de ahí. Necesitamos detectar más rápido a las personas que tienen la enfermedad para tratarla y también a las que han sido dadas de alta pero que han recaído". Recientemente detectaron a tiempo siete casos de niños con lepra, quienes, gracias al diagnóstico, llevarán una vida normal y evitarán una futura incapacidad.

También resalta la tarea que el grupo desempeña en el diagnóstico y prevención de la fiebre amarilla, una función esencial del Instituto desde su fundación en 1919. Según explica, "en el 2003 la epidemia del Catatumbo en Norte de Santander, que se extendió al sur del Cesar y a la Guajira, fue de las más importantes de los últimos 60 años, con 82 casos y 41% de mortalidad, porque la gente no se aplica la vacuna que es casi 100% efectiva y además gratuita".

Adicional a su tarea científica se ha preocupado por fortalecer las publicaciones del Instituto y en particular la revista Biomédica, incluida en el Index Medicus y en la más alta categoría de Colciencias. Por sus actividades, el INS condecoró al doctor Rodríguez con la medalla al mérito Samper Martínez, máxima distinción que otorga. Estos honores son, como dice, "algo incómodos" para su modestia.

{* title="¿Qué tal esa idea?"}
"¿Qué tal esa idea?"

En toda su trayectoria nunca se ha desvinculado de la otra actividad que le apasiona: la docencia. En este campo ha alcanzado importantes menciones, primordialmente en la Universidad Nacional de Colombia, a la cual está vinculado desde 1964 y donde es profesor titular y Maestro Universitario. Una de sus mayores satisfacciones es transmitir a los estudiantes de pre y postgrado toda la información nacional y mundial actualizada.

Aunque ya no cree que llegará el día en que todas las enfermedades se logren curar, considera que el país ha avanzado en materia de salud pública y actualmente cuenta con personas muy bien preparadas. Ahora sueña con el día en que Colombia alcance otra meta, difícil de conseguir debido a los limitados presupuestos invertidos en desarrollo médico y científico, pero que se sintetiza en el ideal de tener un investigador por cada soldado. Piensa en ello, sonríe y pregunta: "¿qué tal esa idea?"

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