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Científicos en el área de Ciencias de la Salud

Martha Lucía Serrano López

Publicado, 06-10-2007

Con la imagen de ver morir a su padre de cáncer gástrico y saber que su abuela paterna falleció por el mismo mal, la doctora genetista Martha Lucía Serrano López creció pensando en la posibilidad de investigar sobre los problemas hereditarios y genéticos de este flagelo mundial.

Martha Lucía Serrano López
Perfil elaborado en septiembre de 2007

Estadísticas como que el cáncer de cuello uterino ocupa el segundo tumor en frecuencia de los cánceres de las mujeres en el mundo y constituye la primera causa de muerte por cáncer en la población femenina en los países en desarrollo o que el retinoblastoma (tumor maligno de la retina) representa cerca del 2% de los tumores malignos infantiles fueron determinantes para que la científica bogotana Martha Lucía Serrano López dedicará su vida al estudio del cáncer.

Aunque no solo las estadísticas hicieron que se inclinara por la investigación de una enfermedad tan silenciosa y mortal. Ella reitera que la muerte de su padre a causa de un cáncer gástrico, cuando ella tan solo tenía 6 años de edad, le dejaron muchos porqués sin responder. Pero fue precisamente su mamá, Carmenza de Serrano, una licenciada en Química y Biología quien despejó todas esas dudas induciéndola poco a poco a las respuestas a esos pequeños interrogantes. “Cuando uno salía al parque con mi mamá ella cogía una flor y nos explicaba a mis hermanos y a mí como eran los pétalos, los pistilos y los órganos reproductivos masculino y femenino y todas estas cosas. En el bachillerato las explicaciones se volvieron más complejas, pues nos mostraba la estructura molecular de los átomos o que el agua estaba formada por dos moléculas de hidrógeno y una de oxigeno, por ejemplo”, recuerda con mucho agrado la doctora Serrano.

Esa influencia fue para Martha Lucía primordial en la escogencia de su carrera profesional. De ello ya han pasado 16 años y desde que lo recuerda no ha dejado de estudiar el cáncer en todos sus tipos. Su último estudio lo realizó en el National Cancer Institute, NCI, Estados Unidos, gracias a una beca de cinco meses patrocinada por la red Universia España y Colombia, en la que estuvo trabajando en un proyecto de microRNA y cáncer de colon en el Laboratory of Molecular Technology, adscrito al NCI bajo la dirección del doctor David Munroe.

Su trabajo fue reconocido por sus científicos colegas como de alta calidad y dejó las puertas abiertas para que otros investigadores colombianos se acercaran a este mundo lleno de nuevas tecnologías y sobre todo de excelentes condiciones de aprendizaje.

Tal fue el vínculo con este Instituto, que le ofrecieron volver para realizar una visita de larga duración. Explica que serían dos años en donde también estaría trabajando en temas como cáncer de colon. “La idea es volver al NCI porque me quedó mucho por aprender, se me habló de la posibilidad de regresar por dos años como científico visitante y quiero entablar un vínculo muy fuerte con esta institución para el desarrollo de una ciencia con tecnología de punta que resuelva problemas concretos en y para Colombia”. Al mismo tiempo dice que consiguió estrechar lazos de cooperación entre el NCI en los Estados Unidos y el Instituto Nacional de Cancerología, su casa en Colombia.

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La Universidad Nacional: academia y amor
Retrocediendo el tiempo y después de realizar su año rural como médico en el Instituto Nacional de Cancerología, en el laboratorio de Inmunología, la doctora Serrano decidió que debía seguir ahondando en el tema del cáncer. De hecho cuando decidió estudiar la maestría, dice que pensó en la genética humana era la formación requerida para poderse dedicar profesionalmente a la investigación.

De la mano del doctor Emilio Yunis, en palabras de Martha Lucía “una persona de unas calidades científicas impresionantes y del que tuve el lujo de ser una de las últimas de sus discípulas en la Universidad Nacional”, inició el camino hacia la investigación del cáncer pediátrico, llamado retinoblastoma, como modelo para el entendimiento de los genes y el cáncer. “Esta enfermedad es un tumor maligno de la retina que puede ser hereditario”, explica la genetista, quien también dice que fue una experiencias decisiva para su formación científica integral ya que trabajaba con las familias de los niños afectados, recolectaba las muestras y posteriormente las procesaba en el laboratorio.

En la Universidad Nacional estuvo trabajando y estudiando y fue allí donde se enamoró de quien ahora es su esposo. Humberto Arboleda, un profesor de genética clínica que conoció mientras estaba sumergida en los libros, los laboratorios y los pacientes. “Nos enamoramos y nos casamos en cuestión de seis meses. A la Nacional le debo lo mejor que tengo que es mi hijo y esposo y además todo lo que sé sobre genética y bioquímica, esta última área es el tema central de mi doctorado en esta Universidad”, concluye llena de orgullo.

El doctorado lo realizó con los químicos en el laboratorio de Hormonas de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional bajo la dirección de la doctora Myriam Sánchez de Gómez. Cuando se presentó le pareció un reto como médica ser aceptada en el mundo de los químicos, pero la doctora Myriam Sánchez, “alguien excepcional desde el punto de vista humano y con una visión amplia de la investigación me enseñó, además de la bioquímica, la importancia del trabajo interdisciplinario en equipo, el aprovechar siempre las fortalezas de las diferentes profesiones en un equipo de investigación y la importancia de salir y trabajar con otros grupos, en otro idioma y de crear vínculos de amistad y apoyo profesional tanto a nivel nacional como internacional”.

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No todo está hecho...
En el plano laboral la genetista Serrano ha trabajado como catedrática en la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca en el área de Genética para la carrera de Bacteriología. Ha sido investigadora del Instituto Nacional de Salud en proyectos de enfermedades neurogenerativas como Alzheimer, pero recuerda con especial agrado su trabajo en el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en donde puso su conocimiento sobre la ciencia al servicio de la sociedad y la justicia y del cual se retiró porque psicológicamente no soportó convivir diariamente con todo el sufrimiento de las personas que se ocultaban detrás de cada caso que procesaba en el laboratorio de ADN y por su deseo de trabajar en cáncer.

Volvió al Grupo de Investigación en Biología del Cáncer del Instituto Nacional de Cancerología, gracias a la invitación que le hizo la doctora María Mercedes Bravo y allí y bajo su tutoría realizó todo su trabajo de tesis doctoral relacionada con factores de crecimiento y cáncer cervical. “El fuerte del laboratorio siempre ha sido el virus de papiloma humano y cáncer de cuello uterino, cuando terminé el doctorado, vi que era muy importante tratar de diversificar los temas de investigación en otros cánceres dejando a mis otras compañeras de trabajo, las doctoras Alba Lucia Combita y Mónica Molano, ambas graduadas de doctorado en estos temas en Europa y Pablo Moreno, compañero de doctorado de la Universidad Nacional el fortalecimiento y continuación del trabajo en virus del papiloma humano y cáncer de cuello uterino en aspectos como respuesta inmune, epidemiología molecular del virus del papiloma humano y biomarcadores de respuesta a tratamiento”, añade.

También tenía una inquietud que le rondaba la cabeza todo el tiempo y era la creación de un biobanco para la investigación en Colombia. El planteamiento consistía en montar en el propio Instituto Nacional de Cancerología un biobanco de tumores, un proyecto de tendencia mundial en lugares donde se investiga sobre cáncer.

En ese momento y como caída del cielo, Martha Lucía recibió una invitación de la Asociación Americana para la Investigación en Cáncer para asistir a un Congreso en Prevención en Cáncer. Inmediatamente alistó maletas y viajó a Estados Unidos, con todos los gastos pagos, en donde conoció a quien según ella “me habría de cambiar la vida”. José Claudio Rocha, el director del Biobanco del Instituto Nacional de Cancerología en Brasil y el artífice de una nueva red de cooperación para tratar todos los aspectos de diagnóstico y control del cáncer y específicamente quien apoya la creación del biobanco en Colombia, el cual cuenta con un edificio en construcción para sus nuevas instalaciones. Según la doctora Serrano estaría listo para inaugurar en aproximadamente nueve meses, si se concreta el apoyo financiero ofrecido por diferentes entidades.

Mientras espera ver este sueño realidad, sigue concentrada en el Instituto Nacional de Cancerología trabajando en un proyecto en perfiles de microRNA y respuesta a tratamiento de agentes quimiopreventivos de cáncer de colon y cómo pueden verse afectados estos perfiles con este tipo de agentes que al parecer son capaces de prevenir el desarrollo del cáncer, trabajo que intenta publicar en la literatura indexada, por no existir artículos especializados en el tema.

Concluye dando un consejo a futuros científicos que puedan ver en ella un ejemplo de vida. “Si un país no es capaz de producir ciencia y generar conocimiento para solucionar sus problemas siempre va a ser un país dependiente de los demás, nunca va a lograr progresar ni alcanzar el desarrollo que todos queremos. Quien quiera ser científico debe verlo como una vocación religiosa, una necesidad de vida y no un interés monetario”.

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