Publicado, 17-12-2005
José Antonio Ocampo es uno de los intelectuales de mayor prestigio
nacional por sus estudios sobre la economía colombiana, latinoamericana
y el ordenamiento global. Su trayectoria académica lo ha llevado a
ocupar cátedras en Cambridge, Yale, Oxford, en la Universidad de
Los Andes y en la Nacional de Colombia; fue Ministro de Hacienda,
de Agricultura, Secretario General de la CEPAL y en la actualidad
Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas para Asuntos
Económicos y Sociales.
Perfil elaborado en octubre de 2005
Cuando
contaba con 23 años, José Antonio Ocampo terminó sus estudios de
doctorado en economía en la Universidad de Yale. Era 1976 y le había
tocado vivir desde 1968, cuando inició sus estudios en la Universidad
del Valle, una etapa de grandes movilizaciones estudiantiles que
promulgaban utopías, libertad y cambio. En particular, vivió de cerca
la movilización estudiantil norteamericana contra la Guerra de Vietnam.
En
ese ambiente se formó este caleño nacido en 1952 y que en la actualidad
es el Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas para Asuntos
Económicos y Sociales, cargo desde el cual dirige el Departamento de
Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (DESA), ubicado en la sede del
organismo mundial en Nueva York, y desde el cual preside el Comité
Ejecutivo de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU. Ocampo es el
colombiano que ha ocupado la más alta posición en la historia de dicho
organismo internacional.
Su trayectoria profesional y
académica ha sido brillante y gracias a ella es una persona ampliamente
reconocida en Colombia y en el exterior. Sus estudios sobre la historia
de la economía colombiana y latinoamericana son de obligatoria consulta
para quien desee conocer y comprender temas como el comercio
internacional, el desarrollo económico y social, la macroeconomía y el
proceso de globalización.
Antes de asumir sus actuales
funciones fue Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) y se desempeñó como Ministro de
Hacienda y Crédito Público, Director del Departamento Nacional de
Planeación y Ministro de Agricultura. Como académico, ha sido Director
de la Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo
(Fedesarrollo), profesor de la Facultad de Economía de la Universidad
de Los Andes y de la Universidad Nacional de Colombia, y profesor
visitante de las Universidades de Cambridge, Yale y Oxford.
{* title=Desmitificar el saber}
Desmitificar el saber
El
interés de José Antonio Ocampo por las humanidades siempre estuvo vivo,
incluso desde sus años escolares en el Colegio Berchmans de Cali. Sin
embargo, inicialmente decidió estudiar ingeniería eléctrica en la
Universidad del Valle, pero pronto se cambió a ciencias sociales. Su
padre, quien fue Ministro de Salud y de Educación, fue clave para
afianzar su vocación y para que viajara a Estados Unidos a estudiar
economía y sociología en la Universidad de Notre Dame, de donde se
graduó en mayo de 1972.
Cuando llegó a Estados Unidos,
lo más impresionante fue encontrarse, al final de su primer año de
estudios, con una gran huelga universitaria en contra de la guerra de
Vietnam, que involucraba a directivos, estudiantes, religiosos y
figuras públicas. A la par con el movimiento estudiantil, que también
tuvo fuertes manifestaciones en Colombia, el estricto método de estudio
e investigación marcaron en Ocampo una huella imborrable.
"Me
di cuenta de que el método en Colombia se basaba mucho en la
memorización de textos más que en aprender a escribir, investigar,
argumentar y razonar. Desde el primer año en Estados Unidos, había que
elaborar trabajos para todos los cursos y eso fue muy importante para
mí porque creo que esa forma de enseñar generara profesionales más
creativos".
Luego de culminar su formación académica, de
la mano de profesores como Carlos Díaz-Alejandro, James Tobin y Joseph
E. Stiglitz, Ocampo tomó la ruta de la teoría y la historia económica,
si bien lo que más valora de sus años de formación es el hecho de haber
accedido al conocimiento de diversas vertientes y de posiciones
opuestas para hacer su propio juicio.
"Aprendí que la
competencia de grupo hace que uno se esfuerce por sobresalir y tuve la
fortuna de tener clase con un equipo profesoral de primera, al mismo
tiempo me di cuenta de que los grandes pensadores son humanos también y
uno los va desmitificando y así logra entablar diálogos e intercambios
de ideas con ellos".
Ocampo quizás
hubiera podido ingresar de inmediato a la planta docente de la
Universidad de Yale y otro hubiera sido su destino, pero tenía claro
que debía volver para revertir su conocimiento en el país. En los
últimos años de su doctorado había iniciado como tesis una historia
cafetera de Colombia, pero la cambió por otro tema de índole más
teórica. Regresó decidido a terminar aquél proyecto y empezó a indagar
más en el problema. La investigación rebasó los límites iniciales y se
convirtió en algo más ambicioso: un estudio del comercio exterior
colombiano que quedó plasmado en el libro Colombia en la economía mundial 1830-1910.
"Había conseguido mucho material y, modestamente, creo que es de lo más
completo que hay sobre ese tema del siglo XIX colombiano. De los libros
que he escrito, es el que más me gusta".
Posterior a este, siguió una producción constante que incluye, entre otros, títulos como Crisis mundial, protección e industrialización: Ensayos de historia económica colombiana (1984), Lecturas de economía cafetera (1987), Planes antiinflacionarios recientes en América Latina (1987), Colombia y la deuda externa: de la moratoria de los treinta a la encrucijada de los ochenta (1988) e Introducción a la macroeconomía colombiana (1994).
En 1988 recibió el premio de la Fundación Alejandro Ángel Escobar gracias al libro Historia económica de Colombia,
del cual fue coordinador y que convocó a otros autores como Germán
Colmenares, Jaime Jaramillo Uribe, Hermes Tovar, Jorge Orlando Melo,
Jesús Antonio Bejarano, Mauricio Avella, María Errázuriz y Joaquín
Bernal.
Entre las publicaciones posteriores que se destacan en su hoja de vida son: Los capitales extranjeros en las economías latinoamericanas (1994), La reforma financierfa internacional: Un debate en marcha (1999), An Economic History of Twentieth-Century in Latin America (2000), Equidad, desarrollo y ciudadanía (2000), Globalización y desarrollo: una reflexión desde América Latina y el Caribe (2003), Reconstruir el futuro. Globalización, desarrollo y democracia en América Latina (2004), América Latina y el Caribe en la era global (2004) y Más allá de las reformas: Dinámica estructural y vulnerabilidad macroeconómica (2005). Es miembro de la Academia Colombiana de Economía y recibió n 1997 la Orden de Boyacá en el grado Gran Cruz.
{* title=Pluralismo y apertura}
Pluralismo y apertura
Su
labor como investigador, en el gobierno nacional y en organismos
internacionales no lo han distanciado de la vida universitaria. "Algo
que me ha servido mucho es que como docente cubrí muchos temas, y eso
me ayudó para moverme en varias áreas profesionales".
Enseñar
se convirtió para él, en muchos casos, en el principio de estrechas y
fecundas amistades. De la misma manera como le ocurrió a él con sus
profesores estadounidenses, sus estudiantes se convirtieron en colegas
y amigos con los que permanece en contacto continuo. "Se crea una
relación casi paternal-filial cuando uno descubre a alguien inteligente
y con el potencial para sobresalir, uno le ayuda a despegar en su
trabajo y luego los ve ocupando posiciones muy altas y eso es lo más
satisfactorio".
En sus libros y en sus clases, Ocampo
siempre ha defendido el espíritu crítico y el pluralismo de ideas como
algo esencial para las ciencias humanas. "Como la sociología, la
historia, la ciencia política y la economía no son ciencias exactas,
están imbuidas en ideologías y muchas veces estas pasan disfrazadas. En
la época en que estudié eso era más evidente porque estábamos en una
época de grandes debates, pero después, con la hegemonía de una sola
forma de pensar, eso se ha perdido".
De ahí que
recomiende a los jóvenes que comienzan su carrera "no comer cuentos",
ser críticos y abiertos a escuchar a personas que tienen otras formas
de pensar, incluso radicalmente diferentes. No duda en afirmar que
"cuando se pierde el pensamiento crítico se pierde todo en economía y
sobre todo la relación con la realidad, que es la única guía de
carácter científico para cualquier manera de pensar".
Esto
no sólo es contraproducente en la academia. Para Ocampo, las visiones
ortodoxas que han conducido la economía nacional e incluso la mundial
en la actualidad, afectan gravemente el desarrollo y aumentan las
brechas sociales. "Algunas reformas son convenientes pero no todas,
sobre todo cuando se hacen desde una perspectiva única que desconoce
los procesos del pasado y parte de axiomas y razonamientos matemáticos
que sustituyen la observación directa de la realidad".br />Gracias
a su fructífera carrera, Ocampo ha visto los matices y ángulos de esa
realidad y comprendido los prismas desde la cual se puede ver. Desde su
desempeño en el gobierno, por ejemplo, vio cómo la negociación política
es esencial para coordinar diversos sectores hacia una meta concreta.
"Puedo
decir que conocí mi país en esos años y que aprendí que hay diferentes
formas de hacer las cosas y de llegar a acuerdos. También advertí que
la verdad del mundo intelectual no es la única y que hay otras maneras
de ver la realidad, como por ejemplo la visión de los empresarios y de
los políticos, quienes tienen contacto con otras necesidades concretas".
Tanto
en la CEPAL como en las Naciones Unidas, ha logrado una visión del
conjunto latinoamericano y mundial, gracias a la cual ha podido
comparar experiencias nacionales y entender sus facetas. "Una
característica del mundo actual es que el desarrollo de los mercados
desbordó la capacidad de los Estados y que la institucionalidad
internacional es todavía muy débil para reglamentar las fuerzas de la
globalización, controlar el aumento de la desigualdad social y afrontar
las crecientes brechas entre países".
Actualmente Ocampo
reside en New York pero nunca ha dejado de extrañar a Colombia. Visita
con frecuencia el país para dictar conferencias o realizar asesorías a
las instituciones locales, demostrando que más allá de los altos
cargos, seguirá siendo un académico que no mitifica las ideas sino que
siempre está abierto a compartir su saber, conocimientos y experiencias.