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Científicos colombianos en el área de Ciencias Sociales y Humanas

Jorge Orlando Melo

Publicado, 16-12-2005

Jorge Orlando Melo, historiador y ex director de la Biblioteca Luis Ángel Arango, ha logrado en su vida profesional una dosis justa de erudición y pragmatismo. Su carrera es tan sólida en el ámbito de la historia como en la gestión de proyectos culturales y su particular figura de intelectual-administrador merece una detenida lectura.

Jorge Orlando Melo
Perfil elaborado en noviembre de 2005

Jorge Orlando Melo sorprende de entrada por su frescura, espontaneidad y entusiasmo vital. Su conversación acelerada está llena de referentes del pasado y del presente; de este último sabe tanto y se mantiene tan informado que, por ejemplo, es muy probable que pueda entenderse fácilmente con un niño de 12 años que esté a la orden del día en el tema de Internet. Esto, sin embargo, le sonaría excesivo porque es un hombre modesto, aunque tampoco se subestima. Para él es tan importante que sus labores hayan transformado en algo la realidad, como los premios y los halagos recibidos en su vida.

También podría sonar exagerado que sus logros hayan transformado la realidad, pero hay que decir que es cierto. No sólo porque hubiera dejado de lado algunos proyectos de investigación histórica por “meterse a organizar cosas”, entre las cuales se cuentan el sistema de investigación de la Universidad del Valle, la Consejería para los Derechos Humanos y la Consejería para Medellín durante el gobierno de César Gaviria.

“Yo siempre pensé, un poco por la formación de los años sesenta, que uno aprendía historia o entendía el país con la idea de tratar de cambiarlo porque, de alguna manera, estaba metido dentro de las ilusiones de la Revolución Cubana, del comunismo y de todo eso. Esto empezó a volverse muy complicado en los años setenta con la presencia de la alternativa guerrillera, porque bloqueaba la posibilidad de una acción política de izquierda democrática. Pero desde entonces he pensado que si uno no puede cambiar el país completamente, al menos puede cambiar cositas, y he caído continuamente en la tentación de hacerlo”.

En 1994, Jorge Orlando Melo cayó en la tentación de dirigir la Biblioteca Luis Ángel Arango, la principal del Banco de la República en el país y la más visitada de Latinoamérica. Quienes hayan disfrutado del préstamo externo y a domicilio de sus libros, de la eficiencia de sus buzones de sugerencias, de la Biblioteca Virtual (esa enorme enciclopedia de Colombia en Internet) y de que la Luis Ángel Arango sea, en pocas palabras, un órgano cultural vital para Bogotá, saben entonces cuáles han sido los logros más importantes de su administración.

Lo que seguramente no conocen es que Melo, además de dirigir la Biblioteca Luis Ángel Arango, fue quien formuló, en el año 2002, el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, un proyecto del Ministerio de Cultura para el cuatrienio 2003-2006 que tiene como meta dotar 500 bibliotecas públicas y privadas de Colombia, beneficiar a 45% de la población que carece de servicios bibliotecológicos y de salas de lectura, así como aumentar el promedio de lectura de los habitantes a 3.5 libros por año.

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El encuentro con la (nueva) historia

El interés de Jorge Orlando Melo por la historia fue una especialización en su amplia formación humanística. Desde niño se interesó por la literatura que abundaba en la biblioteca de su padre, que era maestro de secundaria, y durante sus años escolares fundó y dirigió varios periódicos literarios en el colegio Jorge Robledo de Medellín. En 1960, entró a la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá a estudiar Filosofía y Letras y allí empezó a escribir en revistas estudiantiles —una de ellas, Esquemas, que él mismo editó junto con Germán Colmenares—, en la que se trataban temas que en ese momento estaban al margen de la academia, como el marxismo o el existencialismo.

Fueron las clases de Jaime Jaramillo Uribe, con su poco respeto por los manuales tradicionales de historia de Colombia, su enfoque hacia aspectos del pasado que se consideraban secundarios o periféricos, como por ejemplo la población indígena o la trata de esclavos, y con su conocimiento recién salido del archivo, las que hicieron que Jorge Orlando Melo se interesara por la historia y se viera involucrado en la escritura de un primer artículo en esa materia titulado: “Los filósofos coloniales”. Gracias a ese texto, Jaramillo lo nombró secretario de redacción del Anuario colombiano de historia social y de la cultura, y allí Melo se dedicó, entre otras labores propiamente editoriales, a escribir reseñas de los libros de historia que se publicaban por entonces.

Después de su trabajo en el Anuario, se fue becado por la Universidad Nacional a hacer una maestría en Historia Latinoamericana en la Universidad de Carolina del Norte. Cuando volvió al país en los años 70, consolidó su proyecto como historiador, en concordancia con una tendencia en la historiografía colombiana que se llamó la Nueva Historia, y que se caracterizó, entre otras cosas, por interesarse en temas de historia económica, social y cultural, rechazar la visión heroica del pasado del país y adoptar una perspectiva crítica que lo concibiera desde el punto de vista de todos los ciudadanos y no sólo de las clases altas.

El trabajo de Jorge Orlando Melo ha sido uno de lo más reconocidos de la Nueva Historia. Sus investigaciones, dentro de esta corriente, han girado sobre tres ejes, según lo ha señalado el sociólogo Gonzalo Cataño: el primero ha sido el legado historiográfico colombiano, que se puede ver sobre todo en su libro Historiografía colombiana: realidades y perspectivas (1996). El segundo, la difusión de la historia al público general, que se ha materializado, en trabajos como El establecimiento de la dominación española (1977), Historia de Antioquia (1988), e Historia de Medellín (1996). Y el tercero, la crítica y la historia políticas que aparece en los libros Sobre historia y política (1979), y Predecir el pasado: ensayos de historia de Colombia (1992), entre otros. 

En relación con el estudio de la historia, Melo no cree en eso de que “si uno no conoce el pasado tiende a repetirlo”. Por el contrario, considera que “uno nunca lo repite, todo siempre es distinto. La historia ayuda a que uno entienda, pero en un sentido muy cultural. No creo que haya fórmulas que se puedan deducir del pasado para actuar en el presente. Más bien, un buen conocimiento del pasado genera una actitud diferente frente a los problemas del presente, una actitud menos impaciente, una conciencia más clara de lo que es posible”.

{* title=Lectura, bibliotecas y educación}
Lectura, bibliotecas y educación

A partir de su trabajo como director de la Biblioteca Luis Ángel Arango, Jorge Orlando Melo profundizó en los problemas de la lectura, las bibliotecas y la educación en Colombia, al punto que, en los últimos cinco años, ha escrito por lo menos siete artículos al respecto. Su artículo, “Más libros y menos maestros”, publicado en la revista El Malpensante, en diciembre de 2002, es uno de los más conocidos y polémicos sobre el tema.

En él, Melo asegura que el problema central de la educación colombiana, con respecto a los países desarrollados, es que ésta está basada en la comunicación oral y no en la escrita, absolutamente necesaria para el desarrollo del conocimiento abstracto. Las causas de este problema, dice, tienen que ver con el hecho de que la sociedad colombiana nunca llegó a ser una cultura basada en el libro —“hasta hace pocos años, la mayoría de los elementos de la formación individual se trasmitían en forma oral en la familia, la iglesia, el grupo de trabajo o la escuela”— y con que los maestros en Colombia, en su mayoría, no son lectores.

Algunas de las propuestas de Melo sobre el sistema escolar colombiano tienen que ver con que haya menos pedagogía por parte de los profesores y un mejor conocimiento de las materias que van a enseñar, basado en la lectura de la literatura pertinente. Sin embargo, dice, lo principal, por el momento, es que se pongan libros en los centros educativos. “Sin libros no hay lectura y sabemos que no están ni en las casas ni en las escuelas. Por ello, la mayor urgencia es, en mi opinión, desarrollar un proceso consistente y de largo plazo de dotación de libros para el sistema escolar”. Éstos, según él, tienen que superar el horizonte de los contenidos prescritos en clase, y permitir que los niños, por ejemplo, puedan disfrutar del universo de la literatura, encontrar discusiones científicas y ampliar su conocimiento sobre el país.

Con respecto a las bibliotecas escolares, para el historiador es necesario que sean abiertas, es decir, que el usuario tenga entrada a los estantes para que pueda ojear y seleccionar bien y que además “los lectores puedan pedir prestados los libros y llevárselos para leer en casa, en su sillón favorito y, si tienen esos vicios, oyendo la música que les guste”.

En julio de 2005 Jorge Orlando Melo cumplió el periodo para su jubilación y se retiró de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Un nuevo libro que recoge sus artículos sobre lectura, bibliotecas y educación hace cola en la imprenta de una prestigiosa editorial hispanoamericana, mientras él se dedica de lleno a sus investigaciones históricas y a dar conferencias en las grandes universidades del mundo. Melo parece mostrarnos que la vida, como su mente llena de preguntas, ahora menos que nunca, da tregua. Su conocimiento está ansioso de nuevos proyectos y, seguramente, su pluma no podrá evitar caer en la tentación de cambiar la realidad.


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